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Manolo Alarcón

La voluntaria

Con cada final de curso se repetía la misma historia. Aquella profesora madura, cercana ya a la jubilación, abandonaba a su familia durante semanas, dejaba de lado ese horario de junio más relajado -porque no hay niños ya en las aulas- y se ofrecía voluntaria para formar parte del tribunal de oposiciones. Todos los años era lo mismo. Terminó por ser conocida y reconocida por los técnicos de la Conselleria de Educación porque pocos, muy pocos, se ofrecían voluntarios para alargar su jornada cada día y en otra ciudad para examinar a cientos de aspirantes nerviosos.

Con todo ello, al final logró que nadie dudara de su criterio por sus años de bagaje y de experiencia para salir con inteligencia de cualquiera de esas especiales circunstancias y problemas que de vez en cuando se encontraban todos. Se conocía al dedillo una y mil anécdotas que había visto entre examen y examen durante tres largas décadas y de todo contaba algo más especial que el resto de compañeros. El complemento de sueldo que se le abonaba, como a otros tantos profesores que iban forzados al tribunal por el sorteo de la Conselleria, tampoco era para tirar cohetes.

En definitiva, ella era la excepción. No dejaba de ser una persona algo tímida, que apenas levantaba la voz pero que en sus decisiones era categórica. Se hacía con el tribunal poco a poco y, a medida que pasaban los días, iba ganándose la confianza de todos los compañeros. Cada uno le contaba su historia, entre cafés y esperas, mientras el calor de final de junio se hacía insoportable. «¿Cuándo lo dejarás?», le preguntaban. Y ella contestaba siempre dando largas. Daba la impresión de no tener nada mejor que hacer.

Con el paso de los años en su municipio fue siendo una persona cada vez más conocida. Todos o casi todos la saludaban y eso, en una maestra de pueblo, era lo más normal del mundo. Generaciones de niños y niñas que se habían hecho mayores y habían llevado a sus pequeños al mismo colegio y con la misma profesora con la que habían estudiado. Nadie nunca reparó en que aquel municipio, al cabo de 30 años, tenía el índice más alto de profesores aprobados en toda la Comunidad. ¿Se lo creen? Pues es cierto.

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