Un amigo solía explicar lo que llamaba la maldición que sufría la izquierda: defiende a los obreros, a los más débiles, a las clases medias. Cuando por fin la izquierda llega al poder mejora la situación de las clases más pobres de la sociedad, de los excluidos, y también de las clases medias. Cuando los gobiernos progresistas consiguen mejorar sustancialmente las condiciones de vida de la población, los que han visto mejorar su situación son los que más radicalmente se oponen a los gobiernos que quieren implantar o mejorar los sistemas fiscales redistributivos. Son los mismos que se oponen a la implantación de la seguridad social, a la intervención del Estado en la economía. La izquierda se encuentra con la oposición de una parte de los beneficiarios de las políticas solidarias y redistributivas. Algo de esto debe estar pasando en Latinoamérica.

Desde finales del siglo pasado y hasta hace un par de años Latinoamérica ha experimentado un crecimiento económico sin precedentes. Millones de personas salieron de la pobreza y engrosaron las clases medias. Desde el gobierno de Clinton en Estados Unidos, y ahora de Obama, al alimón con los gobiernos socialistas, González primero y luego Zapatero reforzaron las democracias en toda Latinoamérica y potenciaron las uniones económicas como Mercosur. Y otras, menos eficaces, como las cumbres latinoamericanas. En cualquier caso permitió romper con las tradicionales políticas intervencionistas de EE.UU., enfrentar las dictaduras, militares en muchos casos, acabar con las escuelas de entrenamiento para los represores en Centroamérica. La consideración de «patio trasero» mantenida por Nixon, Reagan y por el último de los Bush sólo encontró la complicidad de Aznar, a quien el presidente de Venezuela Hugo Chaves acusó de intervenir en asuntos internos y de complicidad con el golpe de Estado que le retiró del poder durante unas horas.

En todo caso el continente hermano ha ido construyendo un marco institucional democrático y estable -queda la lacra de la guerrilla en Colombia o la dictadura en Cuba- que permitió inversiones extranjeras- España superó a EE.UU. como mayor inversor en el subcontinente- y la llegada al poder de sindicalistas como Evo Morales (Bolivia) o Lula da Silva; exguerrilleros como Dilma Rouseff (Brasil), Ollanta Humala (Perú), José Mujica; líderes de partidos que fueron clandestinos como Tabaré Vazquez (Uruguay) o Michelle Bachelet (Chile) han sido el exponente de la normalidad democrática, de un cambio político e institucional que durante el comienzo del siglo XXI ha permitido un notable crecimiento económico en toda Latinoamérica. A la vez ha cuestionado los regímenes de Cuba, Nicaragua, Guatemala, e incluso la deriva actual de Venezuela.

La crisis económica mundial ha empezado a dejarse notar desde principios de esta década, la desaceleración del crecimiento que se viene observando en los últimos cinco años se ha agudizado. En 2015, el producto interno bruto (PIB) de América Latina y el Caribe disminuyó un 0,5%, lo que redundó en un deterioro del 1,6% del PIB per cápita. En el origen está la recesión del comercio mundial, la bajada en los precios de las materias primas, del petróleo y la volatilidad de los mercados financieros internacionales. Los productores de petróleo como Venezuela ha visto reducirse el PIB entre un 4 y un 7% anual en los últimos tres años, Brasil un -3% en 2014 y 2015.

El programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ha presentado su informe de 2016, que remacha lo anunciado en «Situación y perspectivas económicas de América Latina y el Caribe para el período 2015-2016» (E/2016/19) presentado al Consejo Económico y Social. Muestra que la recesión afecta más a los países atlánticos que a los del Pacífico, éstos de alguna forma se benefician del reciente Tratado Comercial Asía Pacífico de EE.UU.; el acuerdo comercial con Unión Europea-Mercosur ha estado paralizado por Europa desde 2004 hasta 2010, ahora parece que desde mayo pasado se van a reanudar las negociaciones.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), con la colaboración de la Agencia Española de Cooperación centra el problema: «Las finanzas públicas ante el desafío de conciliar austeridad con crecimiento e igualdad». Por primera vez desde 2009, todos los países de América Latina presentaron déficits fiscales y la CEPAL apunta que el corazón del problema es la evasión tributaria -el fraude fiscal- en especial en renta y patrimonio. Imprescindible mejorar la recaudación para conciliar austeridad con crecimiento y lucha contra la desigualdad. Las nuevas clases medias se rebelan. Debe ser la maldición.