El manifiesto dado a conocer hace unos días por un grupo de exmilitantes del PSOE de la ciudad de Alicante en el que pedían el voto en las próximas elecciones generales para la candidatura de A la Valenciana no debe haber sorprendido a nadie. Y ello debe ser así porque este escrito no hace otra cosa que poner negro sobre blanco la voluntad de hacer el máximo daño posible al socialismo alicantino que han llevado a cabo, desde hace años, en redes sociales, prensa y televisiones locales. La característica común, casi unánime, de los «abajo firmantes» de este manifiesto, es la de haber disfrutado de puestos de responsabilidad en el organigrama socialista y en ocasiones un cargo público con su correspondiente sueldo.

Resulta sorprendente cuántas veces se ha repetido la misma tónica en el hasta ahora principal partido de izquierdas de Alicante desde hace más o menos veinte años: cuando se ha producido un cambio de los principales cargos políticos por, por ejemplo, una pérdida en unas elecciones o un cambio en la dirección local o provincial, han salido en tromba los que se consideran «damnificados» por esos cambios a despotricar contra el partido que hasta unos meses antes, o incluso semanas, los habían apoyado y sus militantes elegido en votaciones internas que eran democráticas mientras los resultados, eso sí, tuvieran la consecuencia de que los «abajo firmantes» continuasen en sus cargos remunerados. Podríamos recordar que cuando el PSOE perdió las elecciones generales en 1996 hubo varios cargos públicos -con una buena cantidad de años como diputados o senadores por Alicante- que, de repente, y tras finalizarse su etapa cobrando un sueldo gracias al partido, se sintieron desengañados con la política y con un PSPV que, al parecer, había traicionado los ideales del socialismo. Lástima que no se dieran cuenta unos años antes cuando hubiesen podido ser sustituidos por cualquier otro militante con muchas más ganas que todos aquellos que abandonaron el partido justo después de perderse las elecciones generales y, por tanto, cuando no pudieron renovar su escaño.

Algo parecido pasó con los «abajo firmantes» del manifiesto que piden ahora el voto para A la Valenciana. Varios de ellos tuvieron durante años cargos orgánicos mientras disfrutaban de un sueldo público gracias al PSOE y al esfuerzo de los militantes de base que trabajaron para ellos durante años sin recibir nada a cambio pese de tener, en ocasiones, una formación mucho mayor. Cuando fueron apartados de estos puestos de preferencia en las listas o de cargos orgánicos surgieron de repente problemas de conciencia de si debían seguir perteneciendo a ese mismo partido cuyos militantes -por las razones que fuesen- decidieron en votación libre cambiarles por otros compañeros o compañeras.

No estaría de más que los «abajo firmantes» (ya se habrá dado cuenta el lector la ironía que dejo caer cada vez que repito estas dos palabras) leyeran alguno de los escritos que dejó Ramón Lamoneda -secretario general del PSOE entre 1935 y 1945- y que la Fundación Pablo Iglesias recogió en un libro imprescindible para el que quiera conocer la historia del socialismo español y, por tanto, de España. Me refiero a Escritos Políticos (Editorial Pablo Iglesias. Madrid, 2012), un conjunto de cartas y artículos entre los que destaca un corto artículo que publicó Ramoneda en la revista Norte (París, agosto de 1939) con el título Con la indisciplina o con el Partido, en el que escribió: «El Partido Socialista fue respetado mientras su disciplina interna fue sostenida y respetada por sus afiliados. Pablo Iglesias fue el primer disciplinado. Predicaba con el ejemplo».

Todo lo contrario, por tanto, que todos esos exmilitantes cuya «caída del caballo» se produjo precisamente cuando dejaron de disfrutar del cargo público porque así lo decidió la mayoría de los militantes de una determinada agrupación. El ejemplo más claro lo tuvimos en Alicante en la anterior legislatura municipal cuando una antigua portavoz dimitió al formarse una nueva mayoría en la Ejecutiva local producto del voto democrático de los militantes. Después de ello comenzó un ataque sistemático al partido por parte de sus defensores, y de ella misma, con intención clara de hacer el mayor daño electoral posible. Algunos en el PSPV creían que ser asesor o concejal es un puesto vitalicio.

Recuerda en su artículo Ramón Lamoneda que cuando una personalidad destacada comete una falta «en seguida se reúne el corro de aduladores que muchas veces son estómagos agradecidos para procurar que la falta quede impune. Nosotros sabemos bien cuánto daño han causado al partido y a España los destacados indisciplinados». Resulta sorprendente que más de 75 años después el PSPV tenga los mismos problemas.

La publicidad de este manifiesto así como el comunicado, también reciente, de una exconcejala de Alicante y exdiputada autonómica que pidió la baja del partido, no se ha hecho de manera gratuita. Debajo hay, una vez más, un intento claro de crear fango mediático para que los resultados electorales del Partido Socialista en Alicante sigan en una caída libre que comenzó cuando estas personas que ahora piden el voto para otra formación política disfrutaban de generosos sueldos gracias al partido del que ahora reniegan.

Para que un partido político tenga opciones de gobierno debe tener unas directrices marcadas por su dirección que sean respetadas por todos sus militantes. Así, en el caso que se demuestren equivocadas se podrá saber qué ha fallado. La intransigencia frente a la democracia interna, el insulto personal y la negativa a aceptar la decisión del resto de militantes debe ser desterrado del PSOE si quiere volver a recuperar la confianza del electorado.

Desconocen los autores de este manifiesto que la grandeza de un partido político se mide por la capacidad de sacrificio de sus militantes y no por las personas que en un momento determinado hayan ejercido una función concreta. Todos esos militantes del PSPV que demostraron su capacidad de sacrificio durante la dictadura franquista o durante los años en la oposición, y que con la llegada de la Democracia sostuvieron a muchos de estos indisciplinados -como los llamó Ramón Lamoneda- en funciones para los que en ocasiones no tenían la formación adecuada, garantizan el futuro del PSOE.