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España vuelve a las andadas

Después de la humillación ante la selección española, Turquía renunció a la Unión Europea y solicitó el reingreso en la Unión Asiática. En cambio, Croacia no postuló la reconstrucción de Yugoslavia tras el temprano gol de Morata con la pantorrilla. Me hallaba escribiendo que al encuentro le faltaba aroma de competición, cuando el balón llegó a la red. Sin inmutarse, los croatas elevaron la temperatura de sus calderas y empataron trabajosamente. En cambio, ganaron fácilmente. El penalti fallado por Ramos escuece más que el gol encajado con posterioridad. Frustró el resultado y oscurece el futuro.

En España brillaban de nuevo Silva o Sergio Busquets pero no Iniesta, cancelado gracias a una inmisericorde labor de planchado. No había lugar a reclamaciones, pero todo costaba más trabajo que contra la infeliz República Checa o la irreconocible Turquía. El empeoramiento fue progresivo.

El primer gol que se encaja en un torneo equivale a la sangre iniciática en una carrera a ambos lados de la ley. Merece un punto y aparte, máxime cuando lo sufres tras haber repasado las portadas en que la prensa rosa nos avisa de que «Edurne está destrozada por el escándalo sexual de su novio».

De Gea mantuvo la titularidad. Ningún reproche aquí para Del Bosque, que no cedió a la tentación pueril de desagraviar a Casillas. Los homenajes, con gaseosa y en el tentadero. Desde el primer partido, el guardameta del United estaba obligado a jugar mejor que sus compañeros. En manos de un sabueso, cualquier fallo podía interpretarse como un indicio de culpabilidad. Frente a Croacia no mostró la concentración mecánica exigible a un guardameta. El segundo gol le pertenece, estaba en otra parte.

Y al tercero, descansó. En efecto, España es sufrir, por lo que el descanso obligó a una revisión del calendario. Se daba por sentado que la selección llegaría en volandas al liderazgo del grupo, para aligerar el sábado la jornada de reflexión de Rajoy. El triunfo inesperado de Croacia obligaba a aplazar los octavos al lunes, y a dibujarse un espinoso horizonte contra Italia, Alemania y demás bestias negras. Se escogió el camino más difícil.

Lo malo de empezar en la cumbre es que no puedes remontar. A España le llegó el vértigo envuelto en el empate. Había un argumento adicional para desear la recuperación, las desgraciadas declaraciones de Pedro en la víspera. Por mucho que Piqué descargara sobre la prensa, porque solo es inteligente vestido de corto y cuando emplea la cabeza para pegarle a un balón, el jugador del Chelsea rompió en provecho propio los códigos de la disciplina de grupo. Su exabrupto hubiera sido impensable con Xabi y Xavi al timón, y bien saben ambos que tuvieron que frenar sus ímpetus en más de una ocasión.

Del Bosque había condenado a Pedro a la tarjeta amarilla del banquillo, en vez de devolverlo a casa. Desligado del espíritu de equipo, es probable que contemplara el marcador como un triunfo personal. El seleccionador freudiano sugirió que al extremo «le ha traicionado el subconsciente», aunque no está demostrado que el jugador posea esta víscera ni que su egoísmo le permita distinguirla de otros músculos de su anatomía.

España pensó que ganaría a Croacia por la diferencia de currículos. Volvió a las andadas, y sembró la duda sobre si el deslumbramiento se debe a la endeblez de checos y turcos.

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