Un escandaloso, a la par que chusco, asunto de espionaje vino a poner ayer patas arriba la campaña electoral a cuatro días del 26J. En realidad, las grabaciones protagonizadas por el ministro del Interior vienen solo a constatar todo aquello que los ciudadanos siempre sospechamos pero rara vez tenemos ocasión de ratificar: que en las cloacas del Estado se maneja información sensible que se utiliza a conveniencia de quienes en cada momento tienen el poder; gran escándalo y alharaca política. Ahora bien, con este hecho que acabamos de conocer, la pregunta que surge es otra: ¿quién manda de verdad? Porque una grabación en el mismísimo despacho del todopoderoso ministro del Interior pone en cuestión varios asuntos, entre el que no es menor la seguridad de esa estancia vital a la hora de garantizar la seguridad del país. ¿Quién tiene tanto interés en intentar eliminar políticamente a Fernández Díaz o quizás, en un tiro por elevación, a Rajoy? ¿En qué situación queda el CNI controlado por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría? En honor a los más veteranos espías de la historia española, Mortadelo y Filemón, y a la TIA, habrá que pedir que el doctor Bacterio aclare las circunstancias de lo acontecido.