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Fernando León y el swing

A medida que pasan los días lo recuerdo con curiosidad. Lo que más me gustó de Política. Manual de instrucciones, el magnífico documental de Fernando León de Aranoa, fue la banda sonora. A lo largo de los 120 minutos de metraje, que no pesan en absoluto, solamente suena una percusión perfectamente medida. Que nunca termina de romper. Que sólo marca el ritmo y crea una atmósfera. ¿Quién me iba a decir que Política me recordaría tanto a Whiplash e incluso a Birdman? Enseguida atendí a los créditos para conocer al autor de esa música original. La firma Antonio Sánchez. Y aparentemente se trata de algo muy pequeño, de un esbozo o un apunte. ¿Pero quién no dice que lo más grande, en ocasiones, se esconda en lo más sencillo?

Lo que más me llenó y lo que perdurará en mi memoria de la crónica de Fernando León es su música, su swing, que esa sería la palabra exacta para definir este tipo de composición. Pero lo mejor de mi experiencia como espectador, esa que ya forma parte de mi bagaje audiovisual, fue la de tener la experiencia de verla en una sala de exhibición. No en televisión. No en un portátil. Ver Política. Manual de instrucciones como un viaje en pantalla grande. Como una travesía de más de 400 días a ritmo de swing.

Cuán distinto se consume un producto televisivo de otro cinematográfico. Sin llamadas telefónicas. Sin una consulta a un dispositivo móvil. Sin ninguna interferencia. Curiosidad sobre curiosidad, en la sesión a la que asistí a los cines Yelmo (de las 14 que han tenido lugar) fui yo, en el compás de espera antes de la proyección, quien se atrevió a iniciar una conversación con los desconocidos espectadores a quienes nos unió el azar. Hubo debate. Hubo discusión. Hubo asamblea. Después, con las luces apagadas, silencio absoluto. Y mucho swing.

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