Mañana será el último día legalmente permitido para publicar encuestas, pero para que se despeje la incógnita del pódium electoral queda todavía una semana. Y a partir de ahí comenzará de verdad la aritmética de los imprescindibles e inevitables pactos para formar Gobierno. A mí me produce cansancio esta absurda campaña electoral, pero también desasosiego porque me gustaría saber qué será de mi voto. Desde luego, me gustaría que contribuyera a desalojar al PP del Gobierno y eso no lo voy a conseguir votando nulo, que es lo que me pide el cuerpo dado el desinterés mostrado por los partidos respecto de la situación de desigualdad de mujeres y hombres en todos los ámbitos y, en especial, por la manifestación más brutal de esa desigualdad: la violencia machista. Vergonzosos los escasos segundos que los candidatos del PSOE y de Unidos Podemos le dedicaron en el debate a cuatro del pasado lunes ante la insistencia de la única periodista presente e indignante el silencio de los candidatos del PP y de Ciudadanos. Claro que no es extraño por parte del PP, cuya política al respecto ha sido nefasta. Y tampoco sorprende el silencio de Ciudadanos, dado el batacazo que ello le supuso en las pasadas elecciones.

Con mi voto quiero contribuir a la formación de un Gobierno que tenga por objeto combatir con el mismo ahínco un sistema económico que sólo beneficia a una cada más exigua minoría y un sistema opresor para la mitad de la humanidad que somos las mujeres. Ambos sistemas opresores interseccionan y se retroalimentan mutuamente. Por decirlo en forma de consigna: patriarcado y capital, alianza criminal. Y eso únicamente me parece posible con un pacto de Gobierno entre el PSOE y Unidos Podemos. Un pacto que pudo haber sido y no fue y que no sé si será en estas segundas elecciones. Todos se han comprometido a que no haya unas terceras elecciones, pero visto lo visto, es una hipótesis que no debería descartarse. Cada vez la tengo más presente y no puedo evitar pensar que si eso llega a suceder sería impensable que los mismos candidatos que fracasan una y otra vez repitieran. ¿Veríamos entonces a candidatas a la Presidencia del Gobierno? Creo que sería más que probable, siquiera por aportar algún elemento novedoso que contribuya a animar al electorado. ¿Garantizaría eso que la igualdad de mujeres y hombres cobrase protagonismo en la agenda política? Pues visto el tratamiento mediático que reciben las políticas, aunque ellas no lo quisieran, casi con toda seguridad se produciría. ¿Y serían capaces de llegar a pactos de Gobierno? Al ser terreno ignoto en este país (y en casi todos) sería una incógnita, pero que hubiese candidatas a la presidencia del Gobierno sería un síntoma democrático.