Silencio, juega España. En una Eurocopa marcada por la violencia y la respuesta pusilánime de la UEFA, España representa la reserva espiritual del fútbol. El juego de ataque, de técnica, de control y de profundidad. El equipo que levanta expectativas para cumplirlas. Los muchachos de Del Bosque se divierten y divierten a la grada. De eso se trata el espectáculo. La imagen del Emperador Terim tirando un botellazo de agua al suelo, al filo del descanso, preso de la ira, valía más que mil palabras. La superioridad de España resultó apoteósica. Cada balón rechazado, cada moneda al aire, caía del lado de los españoles, dueños del tiempo y del espacio. Un Busquets verdaderamente imperial al frente de la presión en campo contrario y de la pausa en la construcción del juego. Turquía solo frenó la marea roja con un pisotón de Tufan al tobillo de Iniesta, el mismo Tufan que se atusaba los cabellos mientras Modric, en el partido anterior, marcaba para Croacia. El chico dejó de adornarse para ensañarse con Iniesta, otra vez mágico para hacer aparecer y desaparecer el balón. En medio de la armonía española, los laterales (Juanfran y Jordi Alba) aportaron el caos necesario para desarmar a Turquía. Contaban con media docena de excelentes pasadores: Busquets, Cesc, Iniesta, Silva, Nolito e incluso Piqué. Jordi Alba atrajo la atención y se sintió libre Nolito para inventar. Un pase enroscado a la cabeza rapada de Morata, que prolongó con picardía a la escuadra.

Desatada La Roja, Nolito aprovechó un centro de Cesc y un despeje corto de Topal para exhibir todos su fútbol callejero: embolsó el balón y lo envió junto al poste. El de Sanlúcar lo celebró con Iker Casillas, el mejor cicerone posible. Pulverizados los algoritmos, Iniesta sacó lustre al exterior de su bota derecha en un pase preciosista a la entrada de Jordi Alba, que cedió el doblete al joven Morata. Los chicos de Vicente Del Bosque se entregaron al hedonismo (taconazo de Piqué para salirse de la presión) y el seleccionador, tan resposable, les mandó parar. Retiró a Silva y dio paso a Bruno, un profesional de la contención. El camino es muy largo y cabe reservar fuerzas y evitar la presunción. España minimiza hasta ahora a los rivales y la hinchada turca cargó contra su ídolo, Arda Turan, como si hubiera antídoto contra La Roja. Silencio, juega España.