En plena celebración de la Eurocopa de Fútbol en la vecina Francia nos hemos dado cuenta de nuevo de la tremenda fuerza y potencia del uso de las redes sociales para causar el mal y aprovecharse los delincuentes de la fuerza expansiva de la red para organizarse mejor para cometer delitos. Y lo hemos presenciado cuando grupos de delincuentes, -que no de aficionados al fútbol- han utilizado las redes sociales para concertar encuentros con otros grupos para agredirse, o bien para organizarse mejor y poder atacar a los aficionados de otros países.

Pero no solamente estos delincuentes comunes han utilizado las redes sociales en la Eurocopa, sino que en nuestro país las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han detectado en infinidad de ocasiones lo que ellos denominan «quedadas» para agredirse con motivo de encuentros de Liga, o de partidos internacionales los «aficionados» de distintos países, dando una imagen lamentable al destrozar mobiliario urbano allá por donde pasan y creando el pánico en las ciudades receptoras de lo que constituye pura delincuencia. Son grupos que no son aficionados al deporte, sino «aficionados» al delito. De suyo, se comenta últimamente que con motivo de la Eurocopa se sigue detectando en la red social que están moviéndose extremistas de distintos países para acudir a ciudades francesas para preparar ataques contra otros grupos en los próximos días.

Desde luego, los comercios de las ciudades francesas elegidas para la Eurocopa esperaban otra cosa cuando eligieron a los franceses como país organizador. Pero la realidad ha demostrado que los ciudadanos deben sentir miedo en salir a la calle cuando ven a hordas de delincuentes sin camisa paseando por las calles francesas «buscando» a aficionados de otros países para atacarles, tal y como les pasó a dos aficionados españoles agredidos esta semana por cinco delincuentes de otra «afición». Porque quienes aprovechan la celebración de estos eventos para agredirse no entran en otros parámetros que el de la delincuencia, y, ante ello, debemos ser contundentes con ellos aplicando de forma dura y expeditiva el derecho penal, e incluyendo en bases de datos específicas a quienes van sembrando el pánico por las ciudades, con prohibición específica de salir de su país y de entrar en los estadios. Porque si la tecnología les sirve a ellos para organizar por redes sociales «quedadas» para cometer delitos, también nos debe servir a nosotros para crear registros de estas personas y aplicarles medidas que les impidan su movilidad, porque siempre son los mismos, tanto en su país como fuera de él. Y para estos casos es preciso crear y aprobar una legislación penal internacional que tienda a aplicar las mismas medidas en todos los Estados, es decir, las tendentes a conocer quiénes son y privarles de la movilidad por cualquier país, así como el acceso a recintos deportivos.

Estas personas viven del «delito en grupo» y de la facilidad de movimientos y de acceso a los espectáculos deportivos. Pues esa tecnología no puede servirles solo a ellos, sino que tiene que servirnos a los responsables públicos para adoptar medidas contundentes. Y es que resulta sorprendente que imaginando todo esto no se hubieran adoptado desde el primer día estas medidas que hubieran impedido la fácil movilidad que hemos visto por toda Europa. Sobre todo, tratándose de personas con antecedentes con este tipo de hechos y que deberíamos tener localizados. Porque no podemos aplicar una política timorata a hechos y actuaciones de personas que utilizan la violencia como fenómeno de comunicación y como carné de identidad.

Mientras que la normalidad de los ciudadanos organiza su vida en estos casos para viajar para divertirse, prepara sus vacaciones para estos eventos y los comercios se aprovechan para hacer negocio, resulta que hay que ir con miedo por la calle. Porque no puedes ponerte una camiseta de tu país o equipo por miedo a que te agredan. Si vas con tus hijos al campo de fútbol acabas teniendo miedo de que les pase algo a ellos, como en muchas ocasiones hemos visto imágenes de niños llorando ante actitudes de energúmenos que no acaban de entender. Con padres huyendo por las gradas con sus hijos en brazos perseguidos por delincuentes por el «pecado» de ser de otra afición, o chicas que veíamos en imágenes recientes llorando tras ser agredidas por llevar una bandera de España.

La intolerancia y la delincuencia se siguen apoderando de los países y las redes sociales siguen siendo su medio de organización. Por un lado puede ser bueno si sabemos localizar esas comunicaciones y prever sus ataques y evitar sus desplazamientos y prevenir sus actuaciones. Pero está claro que el mundo no puede admitir a quienes quieren vivir en él para sembrar las ciudades de pánico y terror. Sea por la vía del terrorismo que también ha seguido apareciendo estos días al unísono de este evento deportivo, sea por la vía de la delincuencia común. De ninguna manera y bajo ningún concepto o excusa.