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La larga campaña y el plan del PP

Justo en el ecuador de la campaña electoral, los partidos hacen balance, afinan estrategias y, de acuerdo con los vaticinios demoscópicos de la sala de mandos, reconducen los discursos para una recta final en la que, durante las últimas citas electorales, se han decidido muchas cosas. La volatilidad de los votantes, el alto volumen de indecisos y el nivel de enfado de la ciudadanía al mismo nivel con la corrupción y el impacto de la crisis económica, han convertido las últimas semanas de campaña en la palanca que ha impulsado a opciones políticas de cambio. Ocurrió con Compromís en las elecciones municipales y autonómicas, pasó con Podemos y sus socios -entre ellos también la formación de Mónica Oltra- en las elecciones generales del pasado diciembre y también con la formación morada y, en menor medida, con Ciudadanos en los comicios europeos de hace dos años.

Así que la última semana es decisiva para unas elecciones en las que, al margen del orden que ocupe cada partido, va a continuar siendo clave la capacidad de llegar a pactos y de conseguir acuerdos. No hay otra solución. Y tras el fiasco de la alianza entre los socialistas y Ciudadanos, una vía ya muerta, la escena política posterior al 26-J no tiene mas que dos salidas: una abstención del PSOE que acabe favoreciendo al PP, al que todas las encuestas vuelven a situar como la fuerza más votada; o buscar de forma decidida un pacto de izquierdas que pueda encontrar, a su vez, el respaldo de alguna formación nacionalista moderada. No quedan más puertas abiertas. Con una desaceleración económica a la vuelta de la esquina, no hay margen para unas terceras elecciones. Me «mojo»: habrá gobierno y en un plazo más o menos razonable. La cuestión, en estos momentos, es hacia dónde conduce la estrategia de los cuatro fuerzas que se están jugando el futuro en estos comicios.

Los socialistas son los que tienen una situación más complicada. Lo dicho: o apoyan al PP, o respaldan a la izquierda a sabiendas, posiblemente, de que no serán capaces de liderar el flanco progresista. Susto o muerte. Al PSOE se le está haciendo muy larga esta campaña. Tiene la sensación de que se desgasta día a día y de que casi a cada minuto la candidatura que lidera Pablo Iglesias le come el terreno por momentos. Es como ese equipo que trata de defender a duras penas un empate y empieza a pedir la hora cinco minutos antes. En la situación en la que se encuentra, a Pedro Sánchez sólo le quedaría, quizá, intentar un golpe de efecto. Cuando uno sabe que puede morir, como mínimo, tiene que luchar. Y al candidato socialista se le ve atado de pies y manos y sin margen de maniobra para hacer frente a una situación que puede conducir al PSOE a dejar de ser alternativa. A los socialistas ya no les vale con apelar al voto del miedo. Necesitan algo más para coger aire.

Y esa debilidad de los socialistas es la que, precisamente, piensa explotar el PP para intentar garantizarse una abstención de los diputados del PSOE que les permita gobernar. Los populares están intentando polarizar la campaña con la lista de Pablo Iglesias para que un mal resultado electoral de los socialistas durante la noche del 26-J provoque la marcha inmediata de Sánchez. En el PP están convencidos de que Susana Díaz tomaría las riendas y facilitaría un gobierno que tuviera un mandato corto -dos años- con el compromiso de una reforma territorial y de luchar contra la corrupción. Eso o dejar caer a Rajoy a cambio de votos en el Congreso. No le quedan más cartuchos al PP.

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