Salga lo que salga en el referéndum británico, que permanezca o no el Reino Unido en la Unión Europea, quien debe salir, quien debiera dimitir del cargo de primer ministro es David Cameron. Debe salir del cargo porque ha demostrado un oportunismo y una irresponsabilidad impropia de un primer ministro británico.

El primer ministro conservador se comprometió con los anti europeístas de su partido en poner fecha al referéndum de salida de Gran Bretaña (Brexit) de la Unión Europea con tal de conseguir su respaldo en las elecciones parlamentarias, de mostrarse más duro que el xenófobo UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido) e incluso prometer y realizar el referéndum en Escocia para derrotar, en el que era su feudo, a los laboristas con la colaboración del Partido Nacional Escocés (SNP). Para evitar la independencia de Escocia los laboristas se volcaron en el referéndum, su líder entonces Ed Miliband, y también los anteriores Tony Blair o Gordon Brown, ganaron el referéndum y sufrieron una de las mayores derrotas en el parlamento británico donde se quedaron con poco más de un tercio de los escaños. Miliband tuvo que dimitir mientras que Cameron pudo prescindir de sus aliados liberales y gobernar en solitario con mayoría absoluta hasta el 2020.

Ante la promesa del referéndum renegoció con los socios de la Unión Europea unas supuestas modificaciones de las condiciones de integración que le ayudaran a conseguir el sí para salir del apuro en que él se ha metido. Digo supuestas, porque la mayoría exigen modificaciones de los tratados de la Unión y deberían ser ratificadas por el parlamento europeo y/o por los Estados miembros. Lo que no parece probable.

Económicamente el «Brexit» tiene unos efectos económicos recesivos limitando seriamente el comercio y los intercambios entre el continente y las islas. En el caso de España limitará seriamente los turistas que vienen a nuestro país para beneficiarse del turismo sanitario, de la asistencia sanitaria pública y privada que en su país no tienen. Y, además, habrá que ver la repercusión sobre la City de Londres, el segundo centro financiero mundial después de Wall Street. Pero todo eso hay que renegociarlo porque las previsiones sobre la salida de la Unión son mínimas y acordadas a raíz de la crisis griega -el «Grexit»- para las que se pensaron.

El oportunismo de la visita a Gibraltar está en línea con el estilo de Cameron, pero en el aspecto político, para la propia Gran Bretaña, la situación es mucho más complicada. Escocia ha amenazado con abandonar el Reino Unido si éste abandona la Unión Europea, porque el SNP es pro europeísta y tiene la mayoría absoluta en el parlamento regional; si ganaban los independentistas saldrían de la UE, se dijo. En Irlanda del Norte, la situación no será mejor.

La repercusión más importante, y en mi opinión muy positiva, es para la propia Unión Europea, la salida puede suponer la desaparición del principal lastre que la Unión lleva arrastrando en su camino hacia la unidad política federal europea. Se ha repetido que la respuesta a la crisis requiere no sólo un banco central y una unión bancaria, sino, además de una moneda única, también un gobierno europeo, con una política fiscal y una hacienda común, una política medioambiental y social, etcétera: un estado federal europeo. A todo se ha opuesto el Reino Unido que no participa ni en el euro, pero sí quiere decidir sobre el euro.

Los distintos gobiernos británicos nunca quisieron ir más allá de una asociación de libre comercio o económica europea. De Gaulle lo sabía, y por eso siempre se opuso a su entrada. Si gana el «Brexit» la Europa a dos velocidades está servida, lo que abre nuevas perspectivas al continente. Mira por dónde.