El calendario ha hecho coincidir en Alicante sus fiestas de Hogueras con el día mundial de las Personas Refugiadas que se conmemora cada 20 de junio. Resulta una ocasión magnífica para demostrar que, incluso en fiestas, Alicante es acogedora con quienes peor lo están pasando. Pero, además, les Fogueres son un espacio ideal para quemar todo aquello de lo que debemos desprendernos: años de políticas de amurallamiento y militarización de las fronteras, empobrecimiento de colectivos vulnerables, mercadeo armamentístico hasta lo irracional, racismo, xenofobia? En las Hogueras debe arder la incultura y el miedo para que luzca la democracia.

Según una encuesta de Amnistía Internacional, el 80% de la población mundial recibiría a personas refugiadas con los brazos abiertos; la conclusión de AI es obvia: «un sentimiento que deja a sus gobiernos fuera de la realidad». Si la mayoría absoluta de un país exige una solución a la situación de las personas desplazadas, ¿por qué los gobiernos se oponen con esta ferocidad? En España queremos que los gobiernos, nacional y europeo, apoyen una solución pacífica a los conflictos que generan huida de la población y, mientras tanto, que esas personas viajen y sean acogidas con todas las garantías de los Derechos Humanos. El Gobierno Rajoy no es que no haya hecho nada, lo que más ha hecho ha sido daño. Para los actuales gestores, las personas no son lo primero, ni son iguales.

Pero el daño ya está hecho en Siria y en mil lugares más, y es preciso denunciar la injusticia que hay detrás de las guerras. La primera exigencia es no a las guerras. En 2014 se batió el récord de personas desplazadas forzosas: sesenta millones. El 2015 volverá a batirse (en el primer semestre, ya se contabilizaban veinte millones de personas huidas más). La progresión es imparable, cada día es más frecuente el desplazamiento y más improbable el retorno; los conflictos se enquistan y su duración es mayor. Así, llegamos a la impresionante estadística que nos descubre que, con datos de 2014, una de cada 122 personas en el mundo es víctima de un desplazamiento forzoso.

En este trato indigno a las personas refugiadas nos siguen sorprendiendo las estrategias de los gobiernos conservadores, economicistas, para escaparse de su obligación de darles refugio. El pacto de la UE con Turquía es un paso más en el absurdo más indecente, en el trato a las personas como mercancía. Alrededor de seis mil millones de euros para que Turquía vigile la muralla de la UE. Turquía es un país que no garantiza los Derechos Humanos a su población, pero, además, tampoco es capaz de proveer una atención mínima a las personas desplazadas: ni facilita la concesión del Estatuto de Persona Refugiada, ni garantiza su subsistencia, ni es capaz de ofrecerles soluciones duraderas. El acuerdo con Turquía de marzo pasado fue, sobre el papel, una aberración y una estrategia miserable del Consejo Europeo, pero, además, su desarrollo es imposible por la falta de garantías que ofrece Turquía.

En el último año, la guerra en Siria, un conflicto mundial por el número de países implicados, ya sea como suministradores de armas, de militares, o de cualquier otro servicio bélico, está provocando un éxodo masivo de su población que huye de una muerte casi segura. Y están llegando a las puertas de Europa, ¿a las puertas?, en realidad, a los muros, a los fusiles y a las alambradas de la Unión Europea. Los mismos países u organizaciones como la OTAN que favorecen, financian o proveen armas a los grandes conflictos son los que rechazan a las personas de esos países que huyen de sus bombardeos. Y no nos creamos que a Europa quieren venir todas las personas refugiadas. Sólo el 14% de las personas desplazadas llegan a los países empobrecedores, el resto se queda en países empobrecidos.

En Alicante, como en el resto de España, el tejido social ha dado una respuesta unánime: el refugio es un derecho. La legalidad democrática, recogida en documentos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos o la Convención de la ONU sobre el Estatuto de Personas Refugiadas, no prevé otra situación que la acogida y asilo de las personas que huyen para salvar su vida. Alicante es una ciudad solidaria también en fiestas, de ahí que, también en Hogueras, exijamos el fin de las guerras, el control del tráfico de armas, la creación de vías seguras para facilitar el tránsito y asentamiento digno de personas refugiadas, que se elimine el blindaje de las fronteras de la Unión Europea (también en lugares como Ceuta y Melilla) y, sobre todo, que la UE cumpla la legalidad internacional en materia de protección de personas refugiadas y la haga cumplir en sus Estados miembros. No podemos esperar.