Las actuales escaramuzas que se están produciendo en el ámbito educativo en la Comunidad Valenciana en torno al dualismo escuela pública y escuela concertada no son sino un hito más en la larga lucha por lograr la escuela única, lucha que comenzó hace casi dos siglos con Carlos Marx. A mí el tema me pareció siempre apasionante y realicé mi tesis doctoral sobre el mismo con el nombre de Fundamentos para una política social de la educación de base que fue editada. La analizaba en su recorrido histórico. Mucho antes que Marx, en el plano exclusivamente teórico, fueron los llamados utopistas del Renacimiento, en su concepción místico-socialista del mundo, quienes plantearon ya una «educación de base», o «educación común», un «cuanto» de educación igual para todos: Tomás Moro en su libro De optimo Reipublicae statu de que nova Ínsula Utopía; Tomasso Campanella en La Cittá del Solo (1602). Por su parte, Amós Comenio, en su obra Didáctica Magna o arte de enseñar todo a todos (1640) lo resume en sólo dos palabras latinas, totum totis, toda la educación posible o el mayor caudal de conocimientos para todos. Después vinieron los filósofos ilustrados también utópicos postulando lo mismo: Morelly, El Código de la Naturaleza (1755) y socialistas como Charles Fourier (1772-1887) que establecía los Falansterios, unidades cooperativas donde la educación común era principio fundamental.

Pero sin duda fue Carlos Marx quien, sin escribir ningún tratado pedagógico, planteó con radicalidad la unidad educativa dentro del eje de su discurso, el igualitarismo total. Claro que para Marx, la única forma para conseguir este igualitarismo era conquistar el estado (conquistar el cielo, se dice ahora), incluso por la violencia (Manifiesto del Partido Comunista 1848). Esta conquista del Estado por parte del proletariado pasó por primera vez del mundo conceptual al real, socialismo real, en la revolución bolchevique de 1917 en Rusia. La escuela única era una consecuencia lógica de su teoría. Y después de la II Guerra Mundial este modelo se impuso a los 9 países de Europa llamados satélites, modelo que también tomarían China, Corea, Cuba, etcétera.

Ciertamente en tiempos de Marx, había un hiriente dualismo escolar, una escuela, diríamos, raquítica, para hijos de obreros y campesinos (escuela de leer, escribir y contar) y una escuela privada, en muchos casos religiosa, para los hijos de las élites y de la burguesía. Para Marx sólo el Estado de los proletariados es propietario de todo y por lo mismo de la educación. El Estado estaba legitimado a imponer una escuela estatal y única suprimiendo de un plumazo la llamada por Marx escuela burguesa.

Pasada la euforia y el sueño de comunismo soviético, volvió con vigor la socialdemocracia después de la II Guerra Mundial. Pretendía remediar los males del liberalismo buscando un equilibrio entre economía de mercado y prestaciones sociales (Estado de bienestar), respetando la iniciativa privada en aquellas parcelas discutibles como la propiedad privada, la educación y respetando ámbitos personales de decisión de los ciudadanos. Que el Estado no fuese el único propietario; que el Estado no se convirtiese en el dueño total, el ojo totalitario de Orwen; que el ciudadano no cediese todos sus derechos incluido el educativo de sus hijos al papá Estado. Felipe González en Suresnes rompió los lazos con el socialismo marxista y abogó por integrarse en la corriente socialdemócrata: aceptar una realidad más acorde con la naturaleza humana que aspira a libertad, individualidad, propiedad privada, ahorro, posesión, capacidad de decisión, privacidad, en definitiva, capacidad de elegir. En educación se concretó creando una doble vía escolar: la escuela pública y la escuela concertada, subvencionada y en igualdad de condiciones siempre que esta asumiese la igualdad en admisión de alumnos, la no segregación social, la educación como promoción social, la no discriminación. Y ha funcionado razonablemente bien.

Pero este planteamiento socialdemócrata les ha costado a algunos partidos socialistas y no sólo al español, verdaderos quebraderos de cabeza. Algunos socialistas añoran el paraíso perdido, la utopía comunista igualitaria, la escuela única. Baste con ojear lo que sucedió en Francia en 1974, donde el Partido Socialistas y el Partido Comunista se unieron en el Programme común de gouvernement du Parti Communiste et du Parti Socialiste. En su capítulo IV dedicado a la educación nacional propugna los postulados del socialcomunismo con la escuela única. Y también hoy vuelven a surgir viejos fantasmas en el socialismo. Para algunos, la escuela única es el paraíso perdido, la utopía irrenunciable. Por supuesto, nadie se atreve hoy a abolir la educación concertada de un plumazo. Pero se crean estratagemas sibilinas para asfixiarla. Por ejemplo, al cuartear el distrito único, muchos colegios concertados que se ubican en zonas periféricas, v.g. en Alicante, en Vistahermosa (Jesuitas, Calasancias, Teresianas), en el Nou San Blas (Salesianos, Maristas, etcétera), ven mermadas las inscripciones de alumnos enviados a otros distritos. Es el momento ideal para ir suprimiendo aulas de una manera paulatina per inexorable. La misma estratagema se ha empleado en la educación superior impidiendo las prácticas, por ejemplo de medicina y enfermería en universidad públicas.

Creo que en muchos países la batalla por la escuela única está superada siempre que la concertada cumpla los fines sociales de no discriminación, de no segregación social. Escuelas similares a las concertadas reciben en muchos países el mismo trato y ayuda que las llamadas públicas-estatales. Volver a esta guerra, incomoda a muchos padres, elimina la noble competencia y, en resumen, empobrece la altura de miras de una sociedad moderna. Creo que debemos aceptar la tesis de Comenio, totum totis, pero que este «totum» pueda distribuirse por canales diferentes, públicos o concertados, todos ellos servicio público.