En esta etapa del curso tan intensa para las familias y para todos los que de una u otra manera estáis formando parte de la educación de los niños y jóvenes, me gustaría en primer lugar tener una palabra de reconocimiento y gratitud hacia todas las familias que libremente durante el pasado curso solicitasteis la formación religiosa de vuestros hijos en el colegio. En nuestra diócesis de Orihuela-Alicante alrededor de más del 60% en todas las etapas educativas.

Es un motivo de reconocimiento hacia todos vosotros por la apuesta que continuáis haciendo por esta asignatura, tanto en la escuela pública como en la concertada. Así como hacia tantos educadores que cada día hacéis posible la formación religiosa de niños y jóvenes desde las aulas.

Es muy importante que nuestro país siga siendo un espacio de libertad donde las diferentes experiencias creyentes puedan narrarse, decirse y dialogar entre sí. Para continuar creciendo en libertad, para fortalecer una sociedad rica en valores y virtudes que enriquecen a toda persona, es necesaria la clase de religión. No se trata solo de una asignatura, hablamos de libertad. Casi dos millones de padres, en nuestro país, solicitaron libremente durante el curso pasado, la asignatura de Religión para sus hijos en la escuela.

Los padres tienen que tener no solo este derecho en teoría, sino en la práctica, pudiendo educar a sus hijos en sus convicciones como ellos juzguen más adecuado. Esto es de pura lógica, si se vive en el respeto, en la libertad. Y esto lo tiene que hacer posible y garantizar el Estado. Si el Estado se identifica en este aspecto con una educación única para todos no solo se impedirá a los padres una educación libre para sus hijos, sino que habremos caído en una concepción estatalista, con consecuencias muy negativas para nuestra sociedad. Pues ya no es el pueblo, sus familias, las que deciden libremente sobre algo tan propio, sino aquellos que tienen el poder en un momento determinado los que deciden por ellos.

Por otra parte, se difunde intensamente una concepción del hombre que, elimina todo el sentido religioso de la persona. Censurar el sentido religioso es un reduccionismo de la persona, es despojarla de las dimensiones y preguntas fundamentales que le hacen buscar, que le hacen abrirse e interesarse por la realidad plena, por las cuestiones más hondas sobre ella misma, los demás y el mundo. Necesitamos, como nunca, hombres con mirada profunda y libre, y esto no será posible si se elimina en la educación la dimensión religiosa del hombre. La presencia de la enseñanza religiosa escolar es signo de una visión amplia del ser humano y de la defensa de la libertad de todos. En el fondo, no hablamos sólo de una asignatura, sino de algo mucho más profundo y grande: la libertad.

A través del estudio de la religión, distinto al ámbito meramente catequético, la religión ofrece un valor añadido y de gran calibre a todos los saberes que conforman la formación integral de la persona, ya desde su infancia.

La asignatura de religión ofrece a los alumnos la posibilidad de descubrir la verdad más profunda y digna de la persona, y les orienta para salir al encuentro de las necesidades de los otros, para contribuir al bien común. Les muestra la belleza de nuestro mundo como algo, digno de ser admirado, y cuidado por todos, gran regalo de Dios y casa común de todos los hombres, mirándoles como hermanos más allá de toda distinción. La religión les muestra que es posible encontrar alegría compartiendo con quien está necesitado. Les abre el corazón para amar a Dios y al prójimo como algo grabado en el interior de cada persona. Desarrolla en los niños y jóvenes la capacidad que tenemos para la virtud y el bien que redunda en una futura sociedad más humana y más fraterna. Les conduce a la paz, que nos revela el Evangelio de Jesús, como plenitud de modelo de persona. Además, les ayuda a comprender nuestra historia, nuestro arte, tradiciones y lo mejor de nuestra cultura.

En nuestra tierra, tan maravillosamente rica de fiestas y tradiciones, la clase de Religión es una gran ayuda, también, para comprender muchos elementos de la propia cultura: las fiestas patronales, los templos y catedrales, muchos lugares y costumbres, y el arte y la literatura, y tantas expresiones culturales presentes en la vida de nuestros pueblos, que son solo comprensibles adecuadamente desde sus raíces y contenidos cristianos. Os animo a seguir valorando, por múltiples razones, como un bien, la clase de Religión: por vuestros hijos, porque debemos buscar lo mejor para ellos.

Es verdad que los padres sois los primeros responsables de la educación religiosa de vuestros hijos, de ahí que he afirmado claramente vuestro derecho, vuestra libertad para pedir la enseñanza religiosa y moral de acuerdo a vuestras convicciones, pero también debo recordar a toda la comunidad cristiana que no debe ser indiferente a que se cuide o no ese derecho y a que se respete o no esa libertad. Así animo a todos -sacerdotes, religiosos, seglares, catequistas,?- a que valoréis la clase de Religión y a que apoyéis a los padres católicos a pedirla para sus hijos.

Con mi bendición y afecto para todos.