Si este es el balance de una semana, es que los controles hacían falta. Y lo que hay que pedir es que no se detengan; es como el radar: la mejor forma de hacerse amigos es respetar los límites de velocidad. Es bueno para la salud y para el bolsillo, aunque a veces sea complicado cumplir las normas. Si un ciclista no lleva casco, allá él; si un conductor va sin cinturón, asume las consecuencias (y la eventual multa), pero cuando en los incumplimientos entran terceros no hay margen posible. Por cierto, añadiría un detalle: tolerancia cero con el «whatsapp». No hay más que echar un vistazo en un semáforo para ver que hay quién aprovecha para ponerse al día y cabe preguntarse si alguno sigue haciéndolo en marcha. Lo dicho, si conduces, conduces. Y si no, apechuga.
