Hace escasos meses se aventuraba que Podemos estaba bajando considerablemente en expectativa de voto. Incluso algún alma cándida decía: ¡qué lástima me da Pablo Iglesias! Y uno pensaba: no te digo entonces nada del de la cara de mosquita muerta o de no haber roto un plato de Íñigo Errejón.

Coincidía lo anterior en buena parte con la puesta en escena protagonizada por el PSOE y Ciudadanos y su otrora famoso y hoy casi olvidado pacto. ¡Qué error el protagonizado por esas dos fuerzas políticas! ¿A qué tantos arrumacos y complicidades para al poco tiempo seguir cada uno por su lado y si te he visto me acuerdo pero muy poquito?

¿Que tenían que haberse arriesgado y haber continuado juntos? ¡Naturalmente que sí! Las circunstancias actuales, tan particulares, así lo requerían. Si alguna vez había que ir a lo práctico la ocasión la pintaban calva. Juntos sumaban más, juntos eran capaces de plantar cara a su izquierda y a su derecha, al PP y a Podemos. Separados parece como si fueran menos que antes. Y el voto que fluctúa, que es mucho, no juega a caballo perdedor.

Permaneciendo unidos el riesgo mayor lo corría Ciudadanos, pero más vale aspirar a cola de león que a cabeza de ratón. A los ratones se los terminan comiendo a poco que sacan la cabeza de la madriguera. Sin embargo, de la cola siempre es posible remontar a la cabeza.

Los mayores beneficiados del mutuo adiós, salvo que algún golpe de efecto de última hora despierten nuevas y potentes sensaciones, serán Podemos y sus aliados.

¿Qué puede hacer el PSOE a diez días de la cita electoral para que el tembleque que les ha entrado a muchos de sus militantes quede en un mal recuerdo? Pues al modo de ver de quien suscribe no hay otra que sacar los colores a todos aquellos que van a votar a Podemos sabiendo que lo hacen a un partido populista de extrema izquierda, de corte totalitario y de rancio abolengo comunista, una de las ideologías más perversas que ha conocido y que ha padecido la humanidad durante el pasado siglo. Pues eso, a echarle huevos y a sacarles los mencionados colores sin concesión alguna, sin dejarles que se parapeten en coartadas de políticos corruptos o instituciones financieras abusonas. Si quieren dar su apoyo a la antediluviana y criminal ideología de la lucha de clases que lo hagan a cara descubierta.

Porque es indudable que precisábamos una regeneración democrática. Pero ¡ojo! eso no es lo mismo que entregar el poder a ideologías extremistas. Y si alguien, en uso de su libertad es lo que decide, lo que no debemos permitirle es que se escude en las referidas coartadas, que esconda tras las mismas sus auténticas intenciones, que a lo mejor no son muy confesables.

Sí, a quienes voten extremismo, a lobos con piel de codero, hay que sacarles los colores sin remordimiento alguno. Deben darnos lo mismo las razones que esgriman, pues sean cuales quiera que fueren, en ningún caso justifican que puedan llevarnos al desastre. Si uno está jodido con la vida que tiene o el resentimiento social que padece le lleva a que le importe un bledo que todo se vaya al garete, que entre que se va que no se va algo caerá por el camino, que ni se engañe a sí mismo ni pretenda hacerlo a los demás.

Y a aquellos que piensan que en nada negativo les afectará otorgar su voto a la extrema izquierda, sino que en todo caso si alguien tiene que perder serán quienes tienen más que ellos, lo que en más de una ocasión no esconde otra cosa que la pura envidia, hablemos claro, que recuerden ese refrán que reza: cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar.

Con las posiciones extremistas a medio plazo perdemos todos. No solo se trata de lo mucho o poco que cada cual legítimamente tenga. Se trata también de derechos y libertades. Al final se trata de la libertad.