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Matías Vallés

Rajoy ve por primera vez los papeles de Bárcenas

He visto el debate y sigo despierto. No sabemos si el 26 se vota a los candidatos o a los moderadores, que casi superaban en número a los políticos alineados como si se enfrentaran a un pelotón de fusilamiento. Hasta los epígrafes a debatir pecaban de rancios. Por fortuna, la corrupción calentó la discusión. Mariano Rajoy quedó desarbolado cuando Albert Rivera le mostró los papeles de Bárcenas. ¿Por qué no lo había hecho antes ningún periodista?

La escenografía, entre patio de La Corrala y gabinete de interrogatorios de la CIA. Los cuatro autores en diverso grado de la mayor estafa a la ciudadanía, la anulación de unas elecciones democráticas, ni siquiera se molestan en parecer diferentes. Por fortuna, los holgados espacios publicitarios permitían olvidar la repetición de los guiones pautados.

En la intervención inicial se les indicó a bocajarro a los candidatos que anticiparan su postura en unas negociaciones inevitables. Rivera se refugió en un «si de Ciudadanos depende», que es no decir nada. Pedro Sánchez acudió al prehistórico «somos los que más hemos hecho», sin darse cuenta de que andaba presumiendo de su fenomenal ridículo en la legislatura interrupta. La única novedad de Rajoy es que no abrió fuego felicitando a la selección de fútbol, tal vez porque el gol lo marcó Piqué. Lo siento, pero Iglesias fue el único que se desmarcó del escapismo ambiental. Recordó que el espectro político se divide y se dividirá entre un Gobierno liderado por el PP o una mayoría de izquierdas. Como en el 20D, por otra parte. El líder de Podemos reafirmó sus aspiraciones al hablar de un debate «entre candidatos a la presidencia». A cada intervención, Iglesias remarcó que se está barajando la Moncloa y no una riña de casino.

Rajoy es el pasado, siempre vuelve. Desde el primer minuto esgrimió un gráfico, que escondió sibilino cuando se dio cuenta de que no lo entendía. A continuación, esgrimió una hoja de periódico doblada en ocho partes. Su discurso durante toda la noche se limitó a la jaculatoria de que «gobernar no es fácil». Mientras Iglesias y sobre todo Rivera se abalanzaban sobre los turnos de palabra, el presidente en funciones se sentía sobresaltado cuando le apuntaban y no tenía nada que decir. Pillado en falta, modificaba su mantra en que «gobernar es difícil». O en que «cuando se gobierna, se ven las cosas de otra manera». Olvida que hasta Zapatero fue capaz de gobernar durante siete años, durante los cuales el socialista le ganó dos elecciones.

Rajoy introduce la palabra «perseverancia» a cada párrafo. Solo ha venido a vigilar a los otros tres aspirantes, y a llevarse los coscorrones de ordenanza. Es el único de los candidatos que no habla de la presidencia del Gobierno como su desempeño futuro. Le habrán anunciado ya el pacto tripartito, que prescinde de su continuidad en el cargo. En fin, una crónica sobre el debate obliga a señalar un ganador. El vencedor indiscutible fue Vicente Vallés, en una reminiscencia del gran comunicador que pudo haber sido. Ana Blanco se reservó para la presentación del Telediario durante el próximo siglo. Pedro Piqueras hubiera preferido un buen suceso, con mucha sangre y efectos especiales.

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