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De libertad, minorías y derechos

Ya huele a pólvora en Alicante. Las mascletás en Luceros nos traen sonidos y olores que cada año hacen revivir el espíritu festero. Es tiempo de alegría, de convivencia en paz y armonía entre los alicantinos de buena voluntad y los foráneos que se acercan a conocer y disfrutar de una ciudad maravillosa, con un clima excepcional, unas gentes estupendas y unas fiestas abiertas al buen humor y al jolgorio.

Y también huele a toros, señores. Huele (y suena) a ese aroma especial, esa melodía diferente que lleva enraizada en nuestra ciudad desde incluso antes de que se organizaran las primeras fiestas de Hogueras oficiales en 1928. La historia taurina en Alicante es extensa e intensa desde tiempos lejanos. Las corridas de toros convivieron con monarquías, repúblicas, regencias, dictaduras y democracias, con unos colores y con otros. Porque era la fiesta donde el pueblo (el que quería asistir, claro) era libre, en el concepto amplio de la palabra libertad. Se organizaron toros por San Juan y San Pedro, por las Hogueras, en atención a diferentes instituciones benéficas, incluso a favor de las tropas republicanas cuando la guerra «incivil». Libertad y respeto con mayúsculas.

Y hete aquí que nos topamos otra vez con los novísimos políticos de esta democracia a golpe de decretos y constricciones, que vuelven (otra vez) a intentar soliviantar la libertad de elección de los alicantinos y cuantos se acercan a compartir sus festejos. Quienes creíamos que esta izquierda autodenominada como nueva, de los de abajo, de verdad se dedicaría a gobernar en pro de los intereses de (todos) los ciudadanos, resulta que venimos sufriendo los aficionados a los toros ataques furibundos y vejaciones constantes a través del verbo y de la acción. Esa nueva concejalía de Juventud y Protección Animal (juzguen ustedes la asociación), con Marisol Moreno al frente, vuelve a atacar a una parte de la población con esos aires de moralidad superior y de arrogancia intelectual propios de aquellos que se creen mejores que quienes no piensan como ellos, promoviendo una consulta ciudadana (no sería legal un referéndum) sobre la fiesta de los toros en nuestra ciudad. Otra vez se ofende en un vídeo difundido a través de su cuenta en Facebook, donde la señora Moreno vuelve a hablar de maltrato animal refiriéndose a la tauromaquia. Al toro bravo, señores, se le lidia y se le mata en la plaza. Claro que sí. Y todos los aficionados asumimos esa trance como parte necesaria de la liturgia taurina. Es cuestión de estética, de gustos, incluso de creencias. Y esos diez minutos de lidia y muerte ocurren tras cuatro años de intensos cuidados, de libertad en la dehesa, de regocijo en un hábitat sin igual que resulta sostenible, sobre todo, porque se cría el toro bravo. Y que a los animalistas radicales les importa un bledo. Es una relación singular, sí. Se cría el toro para matarlo. Y para comerlo también. Claro, como tantos otros animales que entran en la cadena alimenticia del hombre. La vinculación entre el ser humano y los distintos seres vivos con los que se relaciona ha resultado variada según la especie. Cuidamos a los perros y a los gatos. De vacas, ovejas y cabras tomamos la leche. Utilizamos la fuerza bruta de caballos, mulas y bueyes para trabajar el campo y trasladarnos. Tomamos la piel de algunos para defendernos del frío... ¿Qué sería de nuestra historia sin ellos?

En esta modernidad tan «hipster», sin embargo, los antromorfizamos en el colmo de la empatía, los desnaturalizamos hasta igualarlos (en la cumbre de la estulticia) en derechos con el hombre. Al ayuntamiento de Alicante se le conoce más por las playas caninas, las leyes para dejar subir a mascotas en autobuses públicos o los llamamientos para adoptar gatitos abandonados que por las medidas en favor de su gente, de su pueblo. Este proselitismo a base de decretazos y prohibiciones, este empeño en adoctrinar, en decirnos lo que debemos hacer y lo que no, lo que nos debe gustar y lo que debemos odiar, trae un tufillo tan rancio y peligroso... Vergüenza política debería de darles a algunos.

Esa consulta sobre la tauromaquia en Alicante, señora Moreno, que usted promueve, en su afán de «referenditis», ¿a quién interesa en realidad? ¿Quién podrá votar en ella? ¿En qué márgenes de participación tendrá validez? ¿En qué fechas se planteará? ¿Cuánto dinero costará a la ciudad? ¿Nos dejarán en paz a los taurinos si no sale a favor la prohibición? Es más, ¿habrá otras consultas para prohibir el enjaulamiento de pájaros, o la esterilización de gatos, o el consumo de foie, jamón y otras carnes, todo ello también por puro placer del ser humano, como dice usted en su vídeo? ¿Votaremos también sobre el uso de animales para avanzar en la lucha contra algunas enfermedades, o en productos de cosmética? Su debate ético está perdido. Lo saben. Podrán vencer, pero nunca convencer. Y, lo que es peor, con estas actitudes contra la gente habrán tirado por la borda toda esa marea de ilusión que tanto nos emocionó a algunos y que con tanto rencor y odio están utilizando ustedes, demostrando tanta torpeza como soberbia. Contra el sentido común, contra la convivencia en paz. Contra la libertad, contra las minorías. ¿No es usted capaz de entendernos, que abandera los derechos de un colectivo tanto tiempo injustamente negado, denigrado y atacado por las creencias de la derecha más obtusa?

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