Mordida es una expresión hispanoamericana sinónimo del cohecho o soborno, lo que viene a ser pasta gansa que va del bolsillo de un particular, ya sea persona física o jurídica, ciudadano o empresa, al bolsillo de un funcionario, sea este político o no, que en el caso que nos ocupa sí que lo son, todos y cada uno de ellos, o bien los diezmos ingresaban en los bolsillos de algunos, o aumentaba las arcas del partido en liza, el que ostentaba el poder y el gobierno. Son mordidas claramente cariñosas, nada que ver con la manía que algunos tienen de clavar sus dientes en las carnes de otros, obsesión vampírica por la que alguna estrella del balompié ha tenido que penar en más de una ocasión. Son mordidas con recompensa, trámite de concesiones irregulares, requisito placentero para obtener favores en licitaciones, fundamento de futuras relaciones de trato preferente.

De ellas acusa veladamente el alcalde Echávarri a los anteriores gobiernos municipales de los populares. Se refiere el líder socialista concretamente a aquellos años de vino y rosas donde los de la casa de la gaviota barrían sistemáticamente de las urnas a sus competidores, especialmente a los de su partido, y que dio lugar a ese relajo de el que se cree estar por encima de los demás, y más de uno entre sus filas, no solamente administradores temporales del dinero público, sino dueños de las arcas públicas, sustituyendo la confianza de los ciudadanos por el engreimiento personal y colectivo de una formación, que impávida, ha visto cómo por mor de las actuaciones irregulares y/o corruptas de muchos de sus cargos públicos de primera línea, ha sido desplazada a la oposición, por escaso margen, pero sin posibilidad de gobernar la casa consistorial.

Como está claro que lo que es de la gestión pura y dura, el primer edil no puede hablar, como el desierto del agua, se dedica a darse a conocer en las redes sociales. Ni corto ni perezoso aprovecha las acusaciones vertidas en proceso judicial de un acusado, manifestando su contribución a la financiación de los populares valencianos, para poner en marcha el ventilador escatológico e insinuar lo que para la mayoría de los vecinos es una evidencia desde hace algún tiempo. Que alcaldes y presidentes de la Diputación populares tienen un pasado de relación escabrosa con Enrique Ortiz y alguno más, manifiestamente mejorable, es un axioma de la política municipal alicantina, que nadie pone en duda, mal que le pese a Castedo, otra que aprovecha cualquier ocasión que le brinden para salir a la palestra y, al sentirse aludida, entablar una discusión virtual, que últimamente trata de utilizar como sustitutivo de su adicción a la popularidad que, cuando tenía el mando en la casa consistorial, cultivaba con pasión desenfrenada.

Desde luego en nada se corresponden las declaraciones del alcalde en un medio de comunicación, poniendo de relieve que «grandísimas empresas multinacionales no venían a Alicante (se entiende por el tema de las mordidas), y que ahora están viniendo», con la realidad. O no nos enteramos, o vienen en secreto, en la más absoluta clandestinidad. Toda una sinrazón, cuando además la única empresa multinacional que parece empeñada en invertir en nuestra ciudad, Ikea, es la misma que ya lo hiciera en la anterior legislatura, y que parece no entenderse muy bien con el actual gobierno municipal, en el que las tesis que se imponen en estos menesteres, y en otros tantos relacionados con el urbanismo o el comercio, son las del «otro alcalde» Pavón, empeñados los del tripartito en visualizar una y otra vez sus múltiples desavenencias. De momento en Alicante, lo que viene funcionando correctamente es la Autoridad Portuaria, gracias a la gestión de personas como en su momento Sergio Campos o el propio Gisbert hoy en día, es el Puerto y los cruceros que nos visitan, a pesar del creador de la discoteca vip, el otrora todopoderoso Ripoll, que fuera vicepresidente del Consell, conseller, presidente de la Diputación y Autoridad Portuaria, y ahora inmerso en procesos judiciales por corrupción.

Entre uno que no gobierna, otro que no deja gobernar y la otra que no se calla ni debajo del agua, vamos listos los vecinos de Alicante. Más le valdría al alcalde y su partido en la ciudad reflexionar en cómo ha sido posible que después de tantos años de gobierno popular, y tantos casos de corrupción que le han salpicado, tuvieran hace un año unos resultados electorales tan raquíticos, que no solamente no fueron capaces de doblegar en las urnas a los populares, sino que además estuvieron a escasos votos de sufrir el manido sorpasso por la marca blanca de Podemos que, si no se produce un milagro demoscópico, tiene todos los visos de producirse en las generales del 26-J.