Compartir, reutilizar, alquilar, intercambiar un artículo y aprovechar las habilidades de cada persona: estos son los principios de la llamada economía colaborativa, el modelo económico basado en el intercambio y uno de los 10 conceptos que, supuestamente, van a cambiar el mundo.

Hace mucho tiempo, las personas no tenían tanta cantidad de cosas a su alcance como tenemos hoy en día, pero lo poco que tenían lo compartían. Con la Revolución Industrial, entramos en una época también llamada «de la propiedad», ya que permitió que cada trabajador con el tiempo tuviera su propio coche, su propio frigorífico, etcétera. Con el tiempo se llegó a una sociedad consumista, que se ha convertido en una sociedad «hiperconsumista», una sociedad obligada a consumir para que continúe la prosperidad económica. En 2008 la economía global quebró, y la crisis entró en nuestras vidas. Desde entonces, el consumidor europeo y, por supuesto, el español, se puso en modo de «gestión de crisis».

Aunque cueste de creer, desde el inicio de la crisis, hemos asistido al boom del consumo colaborativo. Una gran cantidad de startups han desarrollado herramientas que permiten este tipo de «nueva forma de consumir». El consumo colaborativo ha creado nuevos mercados que hace unos años no se hubieran considerado como tales. Un taladro en un cajón de un garaje se convierte en una fuente de ingresos para el propietario, al alquilárselo por unas horas a una persona que lo necesita para montar un mueble en casa. Si el consumo colaborativo alimenta valores sociales, tales como el intercambio o el desarrollo sostenible, su crecimiento en los últimos años se debe principalmente a las condiciones económicas y la disminución del poder adquisitivo. Dentro del marco de la crisis económica, la cultura de la «compra inteligente» ha hecho posible que los consumidores puedan seguir comprando, pero controlando mucho más el presupuesto. Así, el éxito del consumo colaborativo parece ser una opción de sentido común, y la única alternativa para que la gente viva como antes, pero de una forma más barata.

Es difícil de asumir pero estamos cambiando. Hemos pasado de tener a compartir, de poseer a intercambiar, y es así como la economía colaborativa está apareciendo en nuestras vidas. Este consumo colaborativo está de moda y se ha convertido en una nueva revolución. Hemos sabido leer entre líneas y ha surgido una respuesta a la desigualdad.

Estábamos en un mundo en el que todo abundaba y vivimos en uno en el que la mayoría no puede disfrutar de todo lo que se le ofrece. O quizá sí, si lo comparte. Nos hemos amoldado y la economía colaborativa es ya un fenómeno imparable porque quien no puede tener se conforma con probar, y porque permite ahorrar dinero a unos y ganar a otros con aquello que ya no usan.

Centrémonos en España donde el 53% de los españoles están dispuestos a compartir bienes dentro del consumo colaborativo, lo que nos coloca como uno de los países de la Unión Europea con mayor potencial de crecimiento en este fenómeno. Compartir, alquilar o intercambiar son palabras que se están empezando a hacer visibles en un nuevo modelo de economía. Este éxito empieza a definir a una sociedad que quiere vivir de un modo más igual, más humano.

La economía colaborativa está presente en nuestras vidas, y es que supone una alternativa de negocio que puede convertirse en caso de éxito. No hay más que echar un vistazo a nuestro alrededor, puede que estemos consumiendo bienes o productos asociados a un tipo de negocio «diferente» de lo que estamos acostumbrados a ver y tal vez no nos hayamos dado ni cuenta. ¿Quién no ha alquilado una casa de verano a un particular mediante una plataforma de alquiler especializada, ha comprado un billete de AVE mediante una APP o tal vez se haya planteado investigar acerca de una plataforma de préstamo entre particulares?

Desde el punto de vista económico son muy diversas las ventajas de este modelo de economía. Algunas de las más destacables son:

El ahorro. La mayoría de productos o servicios que se ofrecen a través de este sistema tiene precios módicos o, incluso, simbólicos.

Desarrollo sostenible. La economía colaborativa estimula el segundo uso de los productos. Lo que alguien ya no necesita, puede tener un nuevo destinatario en alguna red de contactos. Se aboga por un consumo moderado.

Gestión de recursos. Otro principio de la economía colaborativa es que si a alguien sirve una cosa, lo más probable es que a otra persona también. ¿Por qué no compartirlo? El mejor ejemplo son los coches de carretera, que pueden servir para llevar a varios pasajeros con destinos próximos.

Mayor oferta. Los productos con un segundo uso y los servicios compartidos amplían la oferta de los mercados tradicionales. Sin la economía colaborativa, es posible que éstos nunca vieran la luz.

Beneficio medioambiental. La reutilización y los servicios compartidos son una buena manera de contribuir al cuidado y la sostenibilidad de los entornos.

En general, el consumo colaborativo está abriendo un mundo de posibilidades nunca vistas hasta ahora de forma bastante asequible para casi todos los bolsillos. Si existe un campo en el que el consumo colaborativo todavía no se haya instalado, seguro que en breve lo veremos. Tiempo al tiempo, porque la economía colaborativa ha venido para quedarse.