Hace unas semanas le pedí a mi decano, Fernando Candela, que aperturase un expediente para solicitar de nuestro Ayuntamiento el nombre de una calle o plaza dedicada al «Abogado/a del Turno de Oficio», y así comencé la siguiente reflexión: ¿por qué nuestra ciudad y tantas otras han dedicado calles a alcaldes, reyes, arzobispos, pintores, poetas, músicos, marqueses, militares, doctores, ingenieros, y a los abogados algunas, pero en vagón de cola? ¿Será que nuestra fama nos precede y no quedamos fijados en la memoria histórica de los alicantinos? ¿Será?? en fin, recuerdo aquella frase de Shakespeare: «El mejor abogado muerto».

Dentro de esa reflexión, analizando por encima el callejero de nuestra ciudad, observo que en la concreción de abogado, sólo hay dos: Abogado Andrés Charques y Abogado Pérez Mirete. Al lado, de al menos nueve alcaldes, once arquitectos, diez catedráticos, dieciocho deportistas, diecinueve generales, en fin, no sigo porque doctores (que entiendo serán en Medicina) hay más de veinticinco. Sí es cierto que algún compañero como mi amigo Joaquín Galant, tiene una calle, pero lo es como diputado constituyente y no como el excelente abogado que es.

No se trata de rotular una calle o plaza, se trata del recuerdo, el reconocimiento a algunos miles de abogados/as que de forma profesional han dedicado parte de su vida para y por los alicantinos en el turno de oficio durante años.

Sin nombres, sin fechas, creo que se merecen esa distinción y cuando paseemos por esa calle nos sintamos orgullosos por haber puesto nuestro granito de arena en una Justicia para todos.

Y digo yo, si hasta la Caja de Ahorros (sin nombre) tiene rotulada una calle, y más ahora que va a quedar hueco con aquello de la Memoria Histórica, creo que la petición tiene sentido, porque tampoco somos tan malos como la historia nos configura y, así, después de muchos nombres peyorativos como aquel de «abogado de secano», «pica pleitos», hemos conseguido al fin ser simplemente abogados/as.

Cuando en 1274 Alfonso X, en las Cortes en Zamora, promulgó el primer estatuto específico de la Abogacía, fue el inicio de reglamentar esta profesión que tan mala fama ha venido teniendo. Decía el Fuero de Palencia: «El que llama a un abogado es que ha matado o mucho ha robado». ¿Será por eso que no tenemos rotuladas calles? Espero que el profesor Manuel Martínez López, en su siguiente libro sobre Alicante, La Historia a través de sus calles, mencione la «calle del Abogado/a de Turno de Oficio».