En el universo de la Fiesta hay muchos especímenes dignos de un estudio casi de entomólogo. El año pasado ya glosé algunos referidos a la categoría de cabo de escuadra. El de hoy tiene más enjundia, porque enlaza con la esencia de la Fiesta. Se trata del que podríamos calificar como «festero fetén».

Es cierto que hay muy buenos festeros que sienten y participan de la fiesta con una intensidad sincera. Pero el festero fetén es otra cosa. Es algo más. Un paso más allá en la custodia de la pureza de la Fiesta.

Es difícil dar una definición de esta especie dada la multiplicidad de sus caracteres, y los muchos aspectos que pueden conformar su personalidad festera. Por eso, quizá sea más conveniente relacionar algunos de los rasgos que dibujan su perfil, y que, apreciado lector, nos permitirán identificarlo entre la muchedumbre que pululamos en estas fechas.

El festero fetén, en primer lugar, es un festero que teoriza de la Fiesta y de su historia, aunque en el fondo las desconozca. Que cree que debe ser como él la concibe aun en contra de la costumbre, y no como la siente y expresa la gente. Que se encarga de poner de manifiesto su rancio abolengo en la comparsa a que pertenece, aunque tenga que «alterar» un poco dicha genealogía festera. Que frecuenta tertulias con otros festeros fetén donde se hacen prolijos diagnósticos de los males que acechan a la Fiesta y sobre sus utópicas soluciones, aunque no se remangará para trabajar por ello. Que presume de asistir ufano a la Diana no porque disfrute, sino porque participa menos gente que en las entradas, y eso, querámoslo o no, otorga caché de festero fetén.

El festero fetén prefiere la pieza musical ¿compuesta? para una escuadra equis aunque sea horrísona, antes que «El Kábila» o «Capitanía Cides», por ejemplo, porque éstas las conoce todo el mundo, y a la otra ni su padre. El festero fetén es de almuerzo opíparo y noches de cuartelillo con ambiente de velatorio, porque lo primero es festero y lo otro de crápulas impuros.

El festero fetén es, en el fondo, un sinsorga.

El festero fetén otorga premios y censuras a otros participantes en la Fiesta, y se cabrea -aunque no lo reconozca- cuando alguno de los primeros no se lo dan a él, que quintaesencia la Fiesta.

El festero fetén viste el traje oficial de su comparsa de acuerdo con las tintadas, texturas, bordados y patrones primigenios, respecto de los cuales los de los demás son casi arrapiezos.

«Pero oiga, plumífero», me interpelará usted, apreciado lector, «¿cómo se puede identificar a un festero fetén a simple vista? Porque todo lo que me está contando solo es reconocible mediante una atenta observación y seguimiento».

Muy sencillo, querido amigo, el festero fetén será el que, ante un grupo nutrido de gente que bote y baile con alegría al son de la música, lo observe parado y con cara de póker, y menee la cabeza con resignación mientras se ausenta del lugar.

«¿Y eso de ser festero fetén es malo?», se preguntará usted, paciente lector. En absoluto; solo quería subrayar que hay muchas formas de entender y sentir la Fiesta, y que todas caben en ella, siempre que lo sean con respeto.

Así que, festivo lector, disfrute de la fiesta como la sienta y guste. Piense que, en el fondo, se trata de eso: Fiesta.