En una de las tablas de Visiones del más allá de El Bosco, unos ángeles rescatan unas almas, una vez purificadas de sus pecados con la ayuda de las misas y de las intercesiones de los vivos, que contribuyen a acortar la pena del Purgatorio. Los ángeles conducen las almas a través de un espacio cilíndrico hacia la luz divina, la entrada al paraíso o la visión beatífica. Es una representación didáctica del arte medieval en la que la doctrina y comercialización del miedo forman parte fundamental para el buen funcionamiento del engranaje eclesiástico del momento.

En Hamlet (1601) un espectro vuelve del Purgatorio, aunque esta palabra no aparezca allí, deplorando no haber recibido los últimos ritos cristianos y reclamando venganza al príncipe de Dinamarca. El espectro aparece en tres escenas y solo habla en dos, pero es el motor de la acción de esta tragedia que acaba con la vida de ocho personajes. La mera alusión de Shakespeare a este constructo de la cristiandad occidental (concretamente de París en el siglo XII), suponía una aventura peligrosa, máxime cuando hacia 1563 la Iglesia de Inglaterra había rechazado la doctrina del Purgatorio y sus prácticas adyacentes (oraciones por los difuntos, trentanarios, bulas, limosnas, ayunos, veneración de imágenes y reliquias, intercesión de los santos, etcétera) en el artículo 22 de los Thirty-Nine Articles, por no aparecer en las Sagradas Escrituras. A pesar del riesgo que supone mostrarse a favor de la doctrina y las prácticas católicas, el dramaturgo inglés explora prudentemente los límites que las dos leyes de las chantries de 1545 (Enrique VIII) y de 1547 (Eduardo VI) le permiten. Se podía ridiculizar este espacio, pero en ningún caso alabarse; exactamente lo mismo que al papa. De hecho Shakespeare es el único dramaturgo importante del Renacimiento inglés que presenta espectros en el escenario (Julio César, Ricardo III, etcétera).

Entre la obra y muerte de El Bosco y las de Shakespeare median cien años. En el transcurso de ese tiempo ocurrirán cambios, sobre todo en el terreno religioso, sin los cuales resulta imposible entender el mundo actual. Uno de esos acontecimientos tiene lugar en 1517 (¡nuevo centenario a la vista!), año en que Martín Lutero clava sus 95 tesis en la puerta iglesia del castillo de Wittenberg, rebelándose contra la reconstrucción de la Basílica San Pedro en Roma, cuyos fondos iban a recaudarse a través de un sustancioso negocio eclesiástico: la venta de indulgencias con promesa del paraíso para los inversores. A la inclusión de provisiones en los testamentos para misas y oraciones dedicó Eamon Duffy un espacio importante en su libro The Stripping of the Altars (1992).

Resulta curioso que en el mundo cada vez más laico en el que vivimos un crítico dedique un documentado ensayo al tema y se adentre meticulosamente en los textos ingleses de finales de la Edad Media y del Renacimiento y ahonde en un tema más tarde atacado por los protestantes como una ficción poética. En su estudio tienen cabida los herejes lolardos, Tyndale, Foxe, Fish, Frith, Latimer, etcétera, y también el cardenal Allen y Tomás Moro.

Digo que resulta curioso porque en el mundo anglosajón no resulta extraño la celebración de una mesa redonda en la radio pública sobre el tema en cuestión con la presencia de católicos, anglicanos, judíos, etcétera (puede visitarse el podcast http://www.bbc.co.uk /programmes/b0540h01). Algo impensable por nuestros lares, un país que todavía vive aferrado a las tradiciones y las costumbres.

Stephen Greenblatt, catedrático de Literatura en la Universidad de Harvard, posee un curriculum académico envidiable y es autor de libros fundamentales para entender los inicios de la modernidad inglesa. Su estudio Hamlet in Purgatory (2001) aporta datos importantes para quien desee desentrañar un poco más el siempre extraño comportamiento del joven graduado en un Wittenberg protestante al que se le aparece un espectro inequívocamente católico. Al fundador del Nuevo Historicismo le llega la hora de los reconocimientos merecidos después de cuarenta años de investigación. La Universidad de Alicante le honró ayer con la distinción de Doctor honoris causa. Dentro de una semana recibirá en Bergen (Noruega) el prestigioso premio Holberg por su notable contribución a la investigación de las humanidades. El premio está dotado con cerca de medio millón de euros, por si alguien se atreve a poner en duda el valor de las humanidades.