En mi opinión, la gestión del tripartito se está pareciendo cada vez más a lo que suele decirse de la espada de Carlos Magno: que era lenta, pesada y fatal.

Lenta: porque es imposible dirigir con un mínimo de eficacia y rapidez todos los asuntos que pretende gestionar; incluso suponiendo que existan políticos que se encuentren absolutamente capacitados para poder hacerlo, sin delegar y confiar las resoluciones de tipo técnico en el trabajo de los funcionarios que pagamos entre todos y que para eso están, independientemente de sus colores políticos, para que las cosas de palacio dejen de ir despacio de una vez por todas y para siempre; y de esto habría mucho que hablar. Pero, por lo que se ve, nada parece haber cambiado: las derechas cuando ganan apartan a los funcionarios que son de izquierdas, y las izquierdas hacen lo mismo cuando creen que son de derechas. Idéntico sectarismo en unos y otros, o al menos, así me lo parece a mí.

Pesada: porque las fobias y filias que demuestran en sus actuaciones lastran su gestión a unos límites que están paralizando y asustando las iniciativas empresariales, ralentizando las actuaciones municipales y la recuperación económica de la ciudad, con lo que ello supone para la generación de puestos de trabajo tan necesarios. Los predicadores y profetas de la transparencia y la honradez, cualidades exigibles a todos los ciudadanos y no solo a los políticos y dignas de los mayores elogios, no pueden hacer caer en el error al tripartito de pensar considerarlas una meta en sí mismas, porque ellas por sí solas no generan riqueza, no crean puestos de trabajo y, por supuesto, tampoco dan de comer. La transparencia y la honradez en la gestión, deberían ser valores tan asumibles en la gestión pública que no fuese preciso hablar de ellos, tan solo son medios complementarios imprescindibles, pero por sí solos no permiten alcanzar los objetivos deseados que hay que alcanzarlos por otros derroteros. Y esto es tan elemental que el tripartito tampoco debería echarlo en saco roto, porque no hay que ser un lince para comprobar que por el camino que vamos pintan bastos por mucha transparencia y honradez que se nos quiera vender, intentando convencernos que los medios pudiesen ser un fin en sí mismos.

El diario INFORMACIÓN se hizo eco días atrás de que Alicante baja al puesto 40 en el salario medio por trabajador, tiene un índice de paro notable y su economía ha frenado su tímida recuperación, por culpa de los nuevos salvadores de la ciudad que en estos momentos la gobiernan en sustitución de los anteriores, que para qué vamos a engañarnos, eran otros que tal bailan aunque lo hicieron en un escenario distinto.

Y fatal: porque no basta mirar, volver a mirar y remirar todo lo que haya que mirar, hay que saber mirar de manera limpia e inteligentemente; porque si las miradas no se rigen por las neuronas, las normas aplicadas con un talante positivo que ayuden y favorezcan las iniciativas creadoras de actividad y puestos de trabajo y, sobre todo, por unas grandes dosis de sentido común; y por el contrario, se guían por criterios caprichosos, ocurrencias personales zigzagueantes y coherencias infantiles disfrazadas de políticas trasnochadas, los resultados son los que están siendo: una ciudad paralizada, sin energías y sin un horizonte donde se vislumbre nítidamente una recuperación que genere de nuevo los recursos necesarios -de los que actualmente carece- que nos permitan mejorarla. Y si de verdad queremos mejorarla, el tripartito tendrá que hacerlo codo a codo con Elche y reivindicándose frente a Valencia constantemente, cosa que una vez más no se hace, al igual que no lo hicieron los anteriores.