Todavía no ha empezado el verano y ya andan a la gresca. Mejor dicho, siguen, pues con ellos esto es un sin parar, un sin vivir. Cada día, a cada momento tienen una cuita que solventar, un enfrentamiento que ventilar, raro es el tema en el que se pongan de acuerdo, en el que se les vea participando de un proyecto común. Desde que hace un año formaran gobierno, el denominado tripartito, socialistas, la marca blanca de Podemos, y los nacionalistas de Compromís, únicamente han tenido un objetivo en común, echar a los populares de la casa consistorial. Insuficiente argamasa para dirigir con tino los destinos de una ciudad de más de trescientos mil habitantes, la undécima ciudad de España por población, que se multiplica cuando llega el estío, no se merece un ejecutivo municipal que este más por luchas por el poder que por soluciones para gobernar y acuerdos para administrar.

Hartos ya de estar hartos, ya se cansan los vecinos de la ciudad, de preguntar a quien quiera oír porqué y porqué. Qué intereses ocultos llevan a que las luchas internas del tripartido no hagan más que perjudicar no solo la imagen de la ciudad, sino el comercio y el turismo, base y sustento de miles de familias alicantinas, que dependen de que la temporada turística, que comienza cuando el buen tiempo se instala en nuestra tierra, invita a los foráneos a visitarnos. Llegaron los primeros calores en estos últimos días de mayo, antesala de nuestras fiestas, y los problemas crecen en el consistorio entre los tres grupos que dicen gobernarnos. Como si no tuvieran bastantes trifulcas alrededor de los veladores, la apertura festiva de los comercios, ahora viene un nuevo capítulo, el horario nocturno de los establecimientos dedicados a la hostelería, sobre todo en su versión bares de copas o más finamente, pubs.

El Consell, permite, da la posibilidad al Ayuntamiento de tener un poco de manga ancha con estos establecimientos, de ser más permisivos por mor de ayudar a los mismos, y al tiempo ofrecer una mejor alternativa de servicio a nuestros visitantes, al ampliar el horario de cierre a restaurantes en una hora, hasta las 02.30 horas y a los bares de copas hasta las cuatro. Aparte de su rotunda negativa, el vicealcalde, Pavón, no ha esgrimido ningún argumento de peso para no llevar adelante esta ampliación de horarios que demandan, a voz en cuello, los empresarios del sector. Quizás sea por ello, porque en su idealizada ideología no cabe empresario bueno, ni siquiera aquellos que como autónomos se ven asaeteados por impuestos y regulaciones estrictas que en muchas ocasiones les llevan a tener que cerrar el negocio y dedicarse a otra cosa, con el consiguiente aumento del paro. Pavón por lo que viene demostrando, parece decidido, además de ir contra toda lógica comercial, a destrozar el sector de la hostelería, pieza fundamental en el entramado industrial de Alicante. El turismo, pese a que algunos no quieran verlo así, es sin duda la industria de la que nuestra ciudad vive, todo lo demás es engañarse y falsear la realidad, por tanto, el Ayuntamiento está obligado a favorecer el desarrollo de este sector que oferta el mayor número de puestos de trabajo.

Pero si Pavón se empecina en el error, y el alcalde Echávarri se lo permite desde el cabreo y el enfrentamiento personal, aviados estamos. Buscar el equilibrio en las democracias entre libertades y obligaciones, es primordial, pero no se puede estar arremetiendo continuamente desde la más importante institución de la ciudad, a base de reglamentos y prohibiciones, al mismo sector una y otra vez. Los vecinos tienen todo el derecho a requerir de las autoridades protección para que no se lesionen sus derechos, pero estos no deben entrar en colisión con el interés general y los derechos de los emprendedores y trabajadores, y cómo no, con los de los del resto de la ciudadanía en general. Hartos estamos de ver cómo en los plenos se escenifican más las controversias entre los miembros del tripartito, que las discrepancias que manifiestan los miembros de la oposición.

Considerar las peticiones de los bares y restaurantes, cara a una temporada de verano que se nos echa encima sin que se resuelva su situación, no debiera ser tan complicado, sobre todo atendiendo que la propia Generalitat propicia horarios flexibles, precisamente para aquellas épocas en las que el turismo, como motor que tira de la economía urbana, necesita de esa tolerancia para que su aportación al PIB siga teniendo la importancia que le sitúa como indispensable para el desarrollo de nuestra sociedad. No valen pues rencillas de índole arcaicas, ni toma de decisiones basadas más en el poder que en la gobernanza.