Dice la letra de un famoso tango que «veinte años no es nada». Supongo que en el PSOE alicantino la habrán estado cantando durante este último año, pues tras 20 años de gobierno del PP (asolada la ciudad por la sensación de corrupción y vergüenza pública), Alicante vuelve a tener un alcalde socialista, aunque, en esta ocasión, coaligado con Guanyar y Compromís, en una mezcla no se sabe bien si de Reyes Católicos (tanto monta, monta tanto) o Reyes Magos (por aquello de que eran tres, como las hijas de Elena).

No sé si el triunvirato canta aquello de «tengo miedo al encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida, tengo miedo de la noche que poblada de recuerdos encadenan mi sufrir». Supongo que miedo no tienen, ahora bien, si el encuentro con el pasado y los recuerdos fuera el cumplimiento de los objetivos marcados en su acuerdo de gobierno, o en su programa electoral, es vergüenza lo que debieran tener, pues tras un año de gobierno lo que han hecho es nada: seguimos pagando contratas caducadas a Ortiz, se desconoce la ordenación de veladores, el PGOU está en busca y captura, de Ikea no saben nada ni yéndose a Gotemburgo, la reestructuración del personal municipal se hará con el nuevo diluvio de Noé (si se vuelve laico), el cambio del reglamento orgánico del pleno se discutirá en Ikea Alicante, un acuerdo estable sobre ZGAT se sorteará en el Casino (un día de estos), la ayuda a los libros de texto se dará cuando las páginas de los libros estén amarillas, la comunicación con el aeropuerto, la finalización de la Vía Parque o la estación intermodal se expondrán en el acuario de la Plaza Nueva, los planes de industrialización de la ciudad se discutirán cuando Elche apruebe la creación de la Zona Franca y la unión de intereses con Alicante, el diseño del modelo turístico será estudiado el año próximo en el viaje de Hogueras a Moscú, y tantas cosas más. Ahora bien, eso sí, podemos volver a iniciar un plan estratégico de la ciudad, porque el hecho en 2012 se quedó guardado en el cajón de la derecha y ahora se quiere llenar el cajón de la izquierda, que para eso han servido los planes estratégicos, para dejarlos guardados en la mesa después de la foto.

Además, tenemos el espectáculo de una concejal condenada por la Audiencia Nacional, otra concejal expulsada por dar contratos a los amiguetes, y algún otro caso que diluye en la ocasionalidad lo que puede ser un comportamiento de prepotencia y privilegios, y que no sabemos cómo seguirá ni a cuántos puede afectar. Sin embargo, lo más preocupante no es lo hecho (o lo no hecho) en el pasado, sino el porvenir, el futuro que nos espera, pues las discrepancias entre los socios son continuas y tienen bloqueadas hasta las inversiones a acometer en la ciudad. No sé si el alcalde y sus socios tienen «febril la mirada, errante en las sombras te busca y te nombra», pero da la impresión de que no se nombran ni se buscan, y que su distancia cada vez es mayor, incluso que «la distancia es el olvido» porque su «silencio es mayor». Y realmente no me importa mucho si «se acabó el amor, todo es diferente, siempre hay una pelea», pues no parece que a ellos les importe que «lo nuestro se acabó», ya que «te has parado a pensar lo que sucederá, todo lo que perdemos y lo que sufrirás si ahora tú te vas», lo que me preocupa es que su desafección es continua y bloquea el desarrollo de la ciudad. La inacción es la característica general del gobierno tripartito de la ciudad de Alicante, pues, como los malos estudiantes, ante los problemas cruciales de la ciudad su actitud y respuesta siempre es «estamos estudiándolo», y dicen que estudian y estudian pero nunca se presenta a examen y los problemas no se resuelven, y así nos va.

Por ello, y volviendo al tema de Gardel con el que comencé, tras un año de gobierno tripartito de la ciudad podemos reformular el tango y glosarlo en «un año sí es nada». Confío en que nadie lo baile. O sí.