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Marc Llorente

Apuntes afilados

Marc Llorente

El club de los moderados

Venezuela sufre un ataque de nervios con su tensión política y social. Otros, en nuestro país, llevan al borde del ataque desde que el 15-M puso su indignada semilla de la que surgió el «Sí se puede». Podemos, con sus trazas positivas o negativas, es el enemigo a batir. No el adversario. Quienes presumen de moderación extreman su lenguaje y, en vez de disentir seriamente, no dejan de usar al país sudamericano como arma electoral contra Iglesias y sus millones de feligreses, pecadores que cometen el delito de no agachar las orejas y asumir el desordenado orden que nos envuelve. La intolerancia del PP de san Mariano le mueve a lanzar fuegos artificiales, cortinas de humo para desviar la atención, y a convocar un foro sobre «gobiernos extremistas» en Mallorca. Comieron ensaimadas con cabello de ángel, taparon sus variadas vergüenzas, dieron lecciones de democracia y subrayaron que los populares son los enviados del cielo. No a escobazos precisamente. Dueños y señores por derecho divino, que no están dispuestos a ceder las riendas a nadie que ose desmontar el chiringuito de intereses al servicio de unos cuantos. Lo del PP no es estafar, ni el abuso constante. Ni siquiera el fomento de las grandes desigualdades. Las «posiciones extremas» son las que buscan la ruina. El jefe de la patronal, Juan Rossel, es otro miembro del club de los moderados con esa afirmación de que el «trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX». También debe ser una antigualla que los gastos de las personas sean fijos y llamen a la puerta cada día. Donde estén los bajos salarios, la precariedad y los empleos de calidad nula que se quite el trabajo permanente y bien remunerado. En fin. La precampaña española pone el huevo en Venezuela. Con la excusa de la tensa situación, Ciudadanos coloca el pie populista en Caracas para lanzar un bumerang al populismo, y el bombero Zapatero echó un chorro para sofocar el fuego entre Maduro y la oposición venezolana. Sánchez puede prometer y promete decencia socialdemócrata, y Susanita Díaz tiene un ratón chiquitín. Pero el chocolate y el turrón se lo zampará la presidenta andaluza si falla el candidato.

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