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Francisco Esquivel

En una nueva dimensión

Todo esto empezó a cristalizar diez años atrás y yo estaba en Nervión con Pablo al que su abuelo le inyectó sangre roja traída del Guadalquivir. Nunca se había vivido ni volverá a vivirse un prólogo con un ansia de esa magnitud por llevar al equipo a tocar algo, más allá de nuestras fronteras. Antonio Puerta tuvo que ser quien dejara a ese club centenario recién cumplido en las condiciones imprescindibles para empezar una nueva vida. La inició en mayo de 2006 en Eindhoven y en agosto invité al que tienen ahí al lado a ver en casa la Supercopa de Europa, un mundo perteneciente a una dimensión desconocida para los de mi cofradía. Junto a otros culés acudió a la cita en plan displicente como diciendo dónde van éstos hasta que el bloque eléctrico aquel dejó al Barça de los Ronaldinho, Messi, Eto'o, Deco, Xavi con un tiro al portal de Palop en todo el primer tiempo antes de irse con tres chícharos encima que animó a los convidados a no saber qué decir. Pablo, los miles que sienten como él y como yo tampoco teníamos claro que el subidón quisiera decir nada más allá de lo sucedido y ni en sueños que ese resquicio que abrió Antonio con su gol al Schalke convirtieran a estos colores en los que más cumbres europeas han alcanzado en el presente siglo por delante de Barça, Bayern y no digamos ya del Madrid y, si sumamos a las nacionales las dos garantizadas para arrancar la próxima temporada, 16 finales en una década.

No está mal para una afición que hasta dos días antes celebraba con fruición la consecución del Colombino. Empiezo a entender a los merengones cuando sueltan que se puede ser o del Madrid o envidioso. Por la de rivales que vas dejando en el camino, qué alegría reporta caer cada vez peor en este terreno. Ni que decir tiene que Emilio no vendrá en la presente ocasión a ver nada. Temerá encontrarme displicente.

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