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De luto y prohibiciones

Se nos ha echado encima otra semana, esta vez con una noticia que nadie desea pero que va cosida a las entrañas del toreo: la muerte el pasado martes del novillero peruano Renatto Motta en la localidad andina de Malco. Y negro presentan el horizonte de Rodolfo Rodríguez «El Pana» los médicos en México. El caso del novillero nos trae a primera plana la dureza de esa otra fiesta que viven aquellos que se entregan al sueño del toreo y deben jugar con ganaderías de dudosa casta las ligas de abajo, las de los pueblos más recónditos de geografías casi ilegibles en los mapas, tanto de este como del otro lado del Atlántico. Triste recuerdo de ese final doloroso sin una enfermería con los mínimos indispensables para una primera cura de urgencia, zarpazo de la memoria visual del pasado que nos trae tristes reminiscencias de aquel «Paquirri» en sus últimos momentos. Ojalá sirva todo esta desgracia para que se subsanen tantas carencias asistenciales y nadie más vuelva a pagar tan alto precio por ello.

Nos deja también este septenario el penúltimo dislate del Partido Popular, que desde la Junta de Castilla y León se ha decidido a ceder al chantaje de los animalistas radicales y han prohibido por decreto la muerte del animal en la fiesta del Toro de la Vega. Y conste que a muchos taurinos no nos atrae nada tampoco esa fiesta, pero entrar a legislar los gustos estéticos conlleva un peligro del que en algún momento se puedan arrepentir. Quizá lo hayan hecho por aquello de emular a su fundador, Manuel Fraga, quien siendo ministro de Franco ya trató de eliminar el final de la celebración. Mientras no sea el propio pueblo de Tordesillas quien decida variar, evolucionar o cambiar su tradición, prohibir eventos como este no van a llevar a ningún buen puerto. No se puede estar constriñendo a la gente de continuo, no se pueden poner puertas al campo, en este caso a esa vega que debe cruzar cada año un morlaco en busca de la vida. Tampoco se pueden prohibir esteladas o tricolores. Hay que hacer política para el pueblo, no contra él.

No se puede desvincular el Toro de la Vega de la tauromaquia, pues ambos, aun teniendo naturalezas muy diferentes, viven de la misma esencia cultural y ética. El partido PACMA ya se ha apuntado el tanto. También desde la concejalía de protección animal (de los animales que ellos consideran, habría que matizar para ser justos; porque algún día tendremos que hablar de los derechos de las ratas, por ejemplo) mostraron en las redes sociales una inusitada alegría, convirtiéndola casi en logro particular. Sigue la coalición «Guanyar Alacant» su especial cruzada contra todo lo taurino. Cuando nos sorprendíamos con que el consistorio publicitara la recién conocida Feria de Hogueras, Guanyar hacía público un comunicado mostrando (otra vez más) total desprecio por un acontecimiento tan apoyado por el pueblo. Pero no es la tan sorpresiva como contundente respuesta del público ante los carteles lo que da sustento a la tauromaquia. No se entiende que desde la izquierda anden tan ciegos ante algo que se define muy claramente: libertad. Libertad de elección: usted si quiere va (pagando, por cierto) y si no, pues no acude, pero no impide que otros lo hagan. Incluso aunque sea una minoría. No me vengan de padres moralistas de un pueblo ignorante.

Estos políticos están demostrando tan cortas miras que no pueden ser entendidos como herederos del espíritu de la izquierda en España. Ni en ningún otro sitio. Oponerse al pueblo, a sus tradiciones libres, a sus gustos dispares, a sus contradicciones y heterogeneidades intrínsecas. Eso de legislar la ética y la estética tiene mucho más que ver con la dictadura, ya sea de uno u otro sesgo, que de ambas tenemos ejemplo. Cuando dentro de tres años (si no se autodestruyen antes) el proyecto del tripartito pierda en las urnas, vendrán las búsquedas de los porqués. A no ser que, entre medias, consigan que los animalitos también voten. Quién sabe. Dicen que Francisco de Asís hablaba con ellos.

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