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Año I: ahora toca gestionar

La izquierda se presentó en los comicios autonómicos de hace ahora un año después de una larga travesía en el desierto. No era una izquierda única. Era una coalición a dos bandas entre los socialistas -veinte años de banquillo de la oposición- y Compromís -una marca que agrupaba a fuerzas con décadas en la semiclandestinidad del extraparlamentarismo- pero que, además, necesitaban del respaldo en las Cortes de esa «nueva política» de corte progresista que representa, al menos por ahora, Podemos. Los resultados de la noche electoral ya apuntaban, tensiones normales al margen, a la llegada de la izquierda al Palau de la Generalitat. Sustituía al PP un conglomerado de partidos con cuadros que, en algún caso, sí acumulaban una trayectoria parlamentaria -caso de Manuel Alcaraz o Mónica Oltra- o en el mundo del municipalismo, como el propio Ximo Puig. Pero con una experiencia escasa en una institución de la magnitud del Consell, con unos 15.000 millones de presupuesto y a la que compete, entre otras cosas, el despliegue del Estado del Bienestar.

Con el PP carcomido por la corrupción y golpeado por una crisis interna que le deja sin fuerzas para ejercer una oposición consistente, el nuevo Consell tenía «cuartelillo» para disponer de un cierto margen de maniobra. La llegada del gobierno liderado por el tándem que forman Ximo Puig y Mónica Oltra -elevando su popularidad y jugando a crear un gran espacio político para competir directamente con el PP en 2019- puso, como mínimo, un punto de normalidad en una institución que vivía en una «montaña rusa» permanente como consecuencia de la corrupción. A ese objetivo ha contribuido la Conselleria de Transparencia, un departamento sin apenas presupuesto pero al que Alcaraz ha logrado dotar de contenido político como «cortafuegos» de la corrupción. Pero también, muy importante en el caso de Alicante, como el departamento encargado, con el visto bueno de Puig y Oltra, de afrontar sobre el terreno los conflictos que van surgiendo en el territorio provincial.

Junto a la transparencia, el nuevo ejecutivo de izquierdas se afanó a poner más o menos al día las facturas de la política social -pagar debería ser algo normal en el día a día de un gobierno- y a poner encima de la mesa una agenda política con una cuestión clave: reclamar una nueva financiación que acabe con el expolio de más de 1.300 millones anuales que sufre la Generalitat en el reparto de los fondos del Estado. El Consell ha logrado algo que nunca había ocurrido: ese discurso ha calado no sólo entre sectores sociales sino también entre colectivos ciudadanos. El drama es que, a pesar de ese mensaje, el problema continúa sin solución. La Generalitat sigue malviviendo de un rescate que engorda la deuda mientras el Gobierno de Madrid bloquea la reforma del sistema de financiación. Y ese escenario lleva a otra evidencia: un gobierno no puede, en ningún caso, vivir sólo de la «normalidad» y del desarrollo de una agenda institucional con más o menos peso.

Un ejecutivo necesita gestionar. Y las primeras «patatas calientes» que tiene sobre la mesa el Consell están poniendo a prueba -ahora y en los próximos meses- no sólo la estabilidad sino también la consistencia del modelo «mestizo» con altos cargos mezclados de cada uno de los dos partidos del que se dotó el gobierno. En esa situación se encuentra la Conselleria de Economía que dirige el murero Rafa Climent, de Compromís. Hay fuertes diferencias entre los altos cargos de la coalición y los socialistas, por ejemplo, con los horarios comerciales pero también con la gestión de las políticas de empleo. Otros departamentos también están en dificultades como Educación, al mando de Vicent Marzà, con el pulso que mantiene con la enseñanza concertada; o Sanidad, controlada por Carmen Montón, con el conflicto abierto por la red de cargos intermedios colocados «a dedo». Y junto a todo eso el conflicto creciente entre la Generalitat y la Diputación de Alicante, reducto del popular César Sánchez, por los decretos de intervención de competencias. Pasado el año uno, al nuevo Consell ya le toca resolver problemas: gestionar.

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