La tasa de crecimiento económico ha sido mayor en África que en la mayoría de las regiones en el último decenio; no obstante, en muchos países africanos el crecimiento no ha sido inclusivo el número de africanos que viven en la pobreza absoluta ha aumentado y la desigualdad sigue siendo un grave motivo de preocupación». Esta es una de las conclusiones que en el apartado de consecuencias políticas ha presentado el secretario general a la Asamblea de la ONU bajo el título de «Panorama general de las condiciones económicas y sociales de África en 2016». El aumento de la pobreza y la desigualdad, «se debe principalmente a que el crecimiento económico de África se ha vinculado al aumento de la explotación de recursos naturales no renovables que casi no añaden valor ni generan empleo, lo que dificulta la sostenibilidad de su crecimiento».

Lo que pase en África nos afecta a los europeos en general y a los mediterráneos más. De la misma forma que las oleadas de refugiados en Europa oriental vienen empujadas por las guerras y la inestabilidad en oriente medio, en Siria, Irak, o Palestina. Como señala el informe de la ONU en el último decenio el crecimiento en África ha sido superior a otras regiones mundiales, pero la desigualdad y la pobreza absoluta han seguido aumentando. «Según las previsiones, la tasa de crecimiento de África se reducirá ligeramente del 3,9% en 2014 al 3,7% en 2015 debido a la desaceleración económica mundial. Aun así, el crecimiento de África es el segundo más rápido del mundo tras el de Asia oriental y meridional». Y se prevé que el crecimiento del PIB real de África aumente hasta el 4,3% en 2016 y el 4,4% en 2017.

La crisis financiera mundial y la caída de los precios de los productos básicos, del petróleo, el menor crecimiento mundial, del comercio, mantienen la incertidumbre económica a medio plazo. El crecimiento económico de África está vinculado al aumento de la explotación de los recursos naturales -minería, carbón, petróleo, etcétera- no renovables, por lo que la sostenibilidad del crecimiento sigue siendo muy preocupante. Las economías africanas están dominadas principalmente por el sector de los servicios seguido del sector industrial, mientras que la contribución del sector agrícola es limitada.

El Programa de los Objetivos de Desarrollo del Milenio ha conseguido algunos logros en materia de escolarización, ha mejorado la paridad de géneros, se ha reducido la mortalidad entre los menores de cinco años, los indicadores en la lucha contra el VIH, la malaria y la tuberculosis son mejores; pero el Índice de Desarrollo Humano en África sigue siendo de los más bajos del mundo. En el período comprendido entre 2015 y 2020, África experimentará la mayor tasa de crecimiento urbano del mundo. El porcentaje de la población africana que es urbana aumentó del 27% en 1980 al 40% en 2015 y se prevé que en 2035 haya superado el 50%, pero en África la urbanización no está ligada a la industrialización -como sucedió en Europa o EE UU- lo que ha dado lugar a «ciudades de consumo» habitadas principalmente por trabajadores de servicios no comerciales.

La población activa en edad de trabajar (25-64 años) está aumentando más rápidamente que cualquier otro grupo de edad y su tamaño se triplicó con creces entre 1980 y 2015, cuando alcanzó los 425,7 millones. Pero, nueve de cada diez trabajadores rurales y urbanos de África tienen empleos informales y la mayoría de los empleados son mujeres y jóvenes. Por tanto, la economía informal es la principal fuente de empleo del continente y representa cerca del 70% en África oriental, central, meridional y occidental y el 62% en África septentrional.

La ONU recomienda en su informe la inversión en sectores industriales estratégicos -electricidad, construcción, medioambientales- ecologizando su proceso de industrialización; potenciar el comercio intraafricano, y la integración económica regional que en África oriental se ha iniciado. Y es viable mejorar el sector informal ofreciendo formación, acceso al crédito y protección social.

El crecimiento económico no ha acarreado el crecimiento del empleo al mismo ritmo, en gran medida porque el primero estuvo impulsado principalmente por sectores con gran densidad de capital -normalmente inversiones extranjeras-, en la minería y el petróleo, y la exportación de productos primarios con muy poco valor añadido. De este panorama deriva la emigración hacia Europa y no se para con barreras por muy altas que sean.