En un mundo global como el actual, la diferencia es clave para la supervivencia. La evolución de las especies, en este escenario, funciona al revés, es decir, es lo diferente, lo anómalo, lo que se sale de lo común, quien tiene más posibilidades de llamar la atención y, por lo tanto, sobrevivir en un mundo complejo y altamente competitivo. Es por ello que la cuestión de las marcas en un mundo empresarial como el nuestro es vital. Los empresarios saben que su identidad, la marca, es fundamental para lograr éxito en el proyecto de empresa. En la misma línea, la marca de ciudades, provincias, destinos turísticos y/o empresariales también son vitales para la generación de empleo, riqueza y su redistribución equitativa.

Es en esta línea en la que consolidar una marca «Alicante» para la capital de la provincia es un buen ejemplo de ejercicio de responsabilidad. Como lo es disponer de una identidad común ya reconocida, nada artificial, de la marca «Costa Blanca»; y lejos, por lo tanto de marcas tan globales que no son capaces de identificar en su todo, las partes más importantes. Este fenómeno está pasando a importantes identidades de productos tan reconocidos como el vino, donde una denominación de origen regional empieza a necesitar peculiaridades que la distingan de sus competidores hermanos.

Pero si la marca es importante, de nada sirve si no tiene contenido. Si no es identificable con determinados valores definidores, propios y ajenos al resto de sus homólogos.

Esta es la fuerza de nuestras marcas, tanto de la ciudad de Alicante como del conjunto de la provincia. Ya tenemos un sello propio, ganado con esfuerzo y sacrificio de muchas personas a título individual. Somos un referente industrial, con gran capacidad de innovación y de superación de situaciones adversas, que sabe reinventarse y que, por lo tanto, es lo suficientemente versátil que está presente en casi todos los ámbitos empresariales.

Repasar las grandes o pequeñas empresas que son referentes en su ámbito sería arduo y correríamos riesgos de olvidar a alguna de ellas. Alicante ya marca su espacio, porque Alicante ha defendido una forma de hacer las cosas muy propia, muy identitaria y reconocida en el conjunto de España. Y cada día, más allá de nuestras fronteras.

La marca Alicante ya es capaz de generar puestos de trabajo y volumen de negocio, a pesar de que las administraciones a veces no son conscientes de ello. Una vez que apuesten fuertemente por esta distinción, diferenciación o como queramos llamarlo, Alicante comenzará a marcar de verdad, tendencia, futuro y esperanza ante situaciones de crisis.

Si en el entorno empresarial e industrial contar con una marca es básico. En materia de turismo es fundamental. Nuestro futuro turístico tiene esa musculatura porque cuenta con marcas consolidadas como «Benidorm» o «Costa Blanca», que todo el mundo reconoce y que, automáticamente, los clientes y potenciales clientes vinculan con experiencias y valores. Fruto de estas marcas se generan estos niveles de ocupación turística, ya sea hotelera o residencial.

Por ejemplo, en estas semanas Provia ha publicado que las empresas que componen esta asociación realizan una inversión de 100 millones en promocionar la marca «Costa Blanca» y ello tiene como respuesta la venta de inmuebles al mercado internacional por valor de 2.700 millones de euros.

Por ello, debemos seguir defendiendo lo que somos y lo qué significamos para otros. Para potenciales clientes y eventuales inversores, de aquí y del extranjero. Hay territorios que significan muchas cosas, así ocurre cuando hablamos de California, de Silicon Valley o de Dusseldorf. Inmediatamente pensamos en determinados valores cuando identificamos estos espacios geográficos.

Pues esa debe ser la misión de todos, lograr que Alicante sea marca. Y que marque.