El hombre perfecto es el título de una película francesa de reciente estreno que narra una historia que me recuerda en principio otras parecidas, y en la que un joven escritor se esfuerza sin éxito ni reconocimiento descubriendo por casualidad un manuscrito inédito que con engaño hará suyo y cuya acción le llevará por una senda de mentiras y fatalidades.

Y es un realizador francés llamado Yann Gozlan el director de la entretenida intriga psicológica y que en una entrevista dice cosas tan interesantes como que le encanta Hitchcock y las películas de suspense y de tensión e intriga constantes, y que en su filme pretende mostrar distintas temáticas como la dificultad de desarrollarse realmente, o cómo nos afecta la presión social, o cómo hay una distancia entre lo que uno es y lo que sueña ser, y de esto último me parece que es una hábil estrategia vernos y visualizarnos como nos gustaría llegar a ser en los diferentes aspectos personal, profesional, familiar o social de nuestra vida para proyectar una imagen mental positiva que nos sirva de ejemplo y referencia, y que permita activar todos los resortes de que disponemos y tanto físicos como de voluntad para que al actuar y contemplarnos como si fuéramos ya la persona ideal que pretendemos, se hagan antes realidad nuestros objetivos y sueños.

Y así Gozlan ha culminado un relato inquietante sobre un impostor atrapado en una red de falsedades y presionado por personajes y por circunstancias extremas e imprevistas con giros de guión sorprendentes e inesperados y con habilidad y talento para rodar un thriller emotivo y vibrante, lúcido, y sutilmente complejo, que imagino habrá llevado al director francés, orgulloso y satisfecho de su obra, a decirse a sí mismo que la película ha quedado genial y que ha dirigido como si fuera el mismísimo Alfred Hitchcock.