Así ha denominado la primera mujer que ha llegado a la Presidencia del Consejo General de la Abogacía Española (CGAE), Victoria Ortega, la situación de nuestro país. Señala que la sociedad española está viviendo un tsunami de corrupción y que para frenar esta situación se precisa de: a) organismos de control y prevención ágiles; b) dotar a la Justicia de medios. Añado que comparables con los que tiene la Administración tributaria; y c) acometer de forma urgente las reformas procesales imprescindibles (Ley de Enjuiciamiento Criminal, etcétera). Nadie ha sido capaz de hincar el diente a una reforma de la justicia penal, y siempre el instrumento usado ha sido el «parche». Irresponsabilidad y miedo. Yo añadiría que el otro pilar necesario para acabar con la picaresca es asentar un modelo educativo de consenso, a lo Ángel Gabilondo.

Pretende, a vuelta de verano, que el Consejo General de la Abogacía pergeñe un conjunto de propuestas que fundamenten un nuevo Pacto para la Justicia. Naturalmente que para elevarlas a quienes detenten responsabilidades de gobierno tras el 26 de junio. Es de esperar un cambio político en esta España nuestra. Es verdad que hablar sobre la «crisis de la Justicia» es hablar sobre la noche de los tiempos. La razón es obvia: porque siempre la hemos oído, a la par que padecido, en nuestro quehacer cotidiano. Y la situación es la que es, y que se resume en dos palabras: absoluta insatisfacción. Y digo más: aun a pesar de los ímprobos esfuerzos de muchísimos magistrados que se dejan literalmente la piel todos los días impartiendo justicia.

Y dice una cosa muy juiciosa y es que la lucha contra la corrupción no sólo es dable desde el ámbito de la Justicia (ámbito de la diosa Themis), desde el que se debe luchar con denodado esfuerzo, sino que el primer ámbito de actuación es la escuela, la educación, que debe crear «buenos ciudadanos». Y ahí estamos fallando estrepitosamente. Basta reconocer que no es posible pactar una política educativa, una política de Estado, asentada y sin que esté permanentemente en actitud belicosa. ¿Dónde está el sentido común? Está visto que en otros lares, porque en el terreno de la política está muy ausente. Decía Indira Ghandi -y se lo recordaba a los alumnos de GAP en la UA- que «Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos». La estadista india quería señalar con ello la necesidad de estar abiertos al diálogo, a confrontar las diferencias desde el respeto a las ideas del otro, pero sabiendo que la altura de miras nos allega a un lugar denominado «interés superior» o «interés general». El panorama educativo en España es desalentador. Unas comunidades autónomas aplican unas reformas legales, otras la dejan de aplicar y la inseguridad jurídica rebosa el vaso. ¿Perjudicados? Naturalmente que los alumnos y sus familias. ¿Dónde está la nueva «cultura política» en este país? De momento se halla en paradero desconocido. Mucho bla, bla, bla, y ningún resultado «para la ciudadanía».

La sociedad presente es fruto, entre otras cosas, de un deficiente sistema educativo. Y ya lo decía Pitágoras: «Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres». Seguro que invertir en educación hará ahorrar en otros muchos ámbitos. Muy seguro, segurísimo.