Contra todo pronóstico, desafiando a la nula tradición de mercadillos de antigüedades que había en Elche, por la tozuda iniciativa de Valentín Sánchez y Lázaro Marroquí, siguen abriendo cada domingo, desde hace casi cuatro años, los puestos del Mercadillo de Antigüedades de Elche. Es un mercadillo modesto, que no ofrece exquisiteces caras, sino libros y objetos curiosos de almoneda y coleccionismo, pero que sorprenden con frecuencia al visitante, ofreciéndole ese tesorillo que andaba buscando. A su estela, se ha formado otro pequeño mercado de artesanía, que da colorido y animación a un Paseo de la Estación antaño vacío.

Los vendedores son buena gente, personas honradas que, cuando se da bien el día, ganan unos pocos euros haciendo felices a los clientes. Si no se da bien, al menos pasan una mañana de domingo entretenida, tomando una coca y un café con amigos y clientes. Son, por lo general, igual que ocurre con los visitantes, personas de un nivel cultural medio-alto y aspiran a que cada día Elche tenga más gente interesada por la historia, los objetos curiosos, los libros, la cerámica, la pintura y las artes en general. Son unas 25 personas, que han formado una modesta asociación: la Asociación de Coleccionistas y Anticuarios de Elche.

Viajando por cualquier ciudad importante de España o Europa, he comprobado con agrado que los mercadillos de antigüedades son siempre atracciones muy valoradas de la ciudad y, como tales, son apreciados, protegidos y mostrados a los turistas. Pocas ciudades importantes hay, que se precien, que no presuman de tener el suyo propio. Sólo en la provincia de Alicante los hay ya en localidades como: Alicante, Benidorm, Torrevieja, Jalón, La Nucía, Guardamar, La Algueña, El Verger, Calpe, Pedreguer, Novelda, Salinas, Aigües, Teulada y Callosa de Segura, entre otros.

El mercadillo de antigüedades de Elche es mucho más que un espacio de intercambios comerciales. Es cultura y vida social, ocio sano y paseos agradables de padres e hijos en domingo, atracción para turistas y visitantes, museo al aire libre, oportunidad de coleccionismo y de regalo para los amigos, tertulia improvisada, incitación a la peligrosa lectura y, como he comprobado muchas veces, una buena muestra etnográfica del pasado y presente de Elche. Los mercadillos dicen mucho sobre la ciudad que los acoge.

Yo soy un simple cliente, pero reclamo una mayor atención por parte de todos, Ayuntamiento incluído, para nuestro Mercadillo de Antigüedades. Con demasiada frecuencia son desplazados de su ubicación actual en la cabecera del Paseo de la Estación, por éste o aquel evento deportivo, o zarandeados sus puestos por el viento y la climatología, sin que dispongan de una zona alternativa y resguardada. He visto ya abandonar a bastantes vendedores al toparse con tantas dificultades y me pregunto cuánto aguantarán los que todavía quedan. Hay que ayudarles desde el punto de vista institucional, porque aportan mucho a la ciudad. Una ciudad tan fantástica como Elche, con sus 240.000 habitantes, la vigésima de España en población, no puede dejar morir por inacción su mercadillo de antigüedades.