El Misteri d'Elx es, sin duda, el mayor de los proyectos colectivos que ha desarrollado la ciudad de Elche a lo largo de su historia. Desde sus inicios, con toda seguridad coincidiendo ya con el ocaso de la Edad Media, han sido muchas las vicisitudes que ha tenido que vivir y muchos los avatares que, en ocasiones, han llegado a poner en serio peligro su pervivencia. Sin embargo, el pueblo de Elche ha sabido a lo largo de estos más de cinco siglos preservar esta obra de teatro religioso como uno de sus valores culturales más importantes, al tiempo que ha conseguido convertirlo en símbolo y seña de identidad de una ciudad que se siente orgullosa de ser la protagonista de gran logro histórico.

El Misteri d'Elx ha pasado por momentos extraordinariamente difíciles: dificultades económicas, epidemias, prohibiciones de motivación religiosa, cambios de los espacios escénicos, guerras, etc. Por ello, el hecho de que en septiembre de 1931 la II República Española, de manos del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Marcelino Domingo, le otorgara el título de Monumento Nacional supuso el primer paso para su protección y el primer reconocimiento oficial que ponía de manifiesto el valor artístico excepcional del drama asuncionista que los ilicitanos habíamos sabido guardar con tanto celo. Pero, con el paréntesis de la dictadura de por medio, habríamos de esperar setenta años para que La Festa fuera justamente distinguida y se establecieran las medidas de protección deseadas.

Así, hoy se cumplen quince años desde que la Unesco reconociera al Misteri d'Elx como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. Celebramos, por tanto, una efeméride muy especial para Elche. Unos meses antes, a finales del año 2000, la ciudad había conseguido que su Palmeral fuera reconocido como Patrimonio de la Humanidad debido a su belleza y singularidad. Por este motivo, un gran sentimiento de alegría invadió a todos los ilicitanos e ilicitanas cuando, un 18 de mayo del año 2001, el jurado internacional designado por la Unesco decidió que el Misteri d'Elx formara parte, junto con otras candidaturas presentadas sobre todo desde África y Asia, de aquella selección de bienes protegidos. Su Festa, aquella que sus antepasados les habían legado, había alcanzado el mayor de los reconocimientos internacionales y Elche se convertía en una de las pocas ciudades de España y de Europa con dos Patrimonios.

Quienes estuvieron entre bambalinas afirman que aquel logro fue fruto del extraordinario trabajo realizado por un gran equipo de técnicos capitaneados por el alcalde de la ciudad, Diego Maciá, quien puso todo su empeño para que el Misteri d'Elx obtuviera esta distinción. En un periodo muy corto de tiempo, que puso a prueba la capacidad y pericia de Joaquín Serrano, Enrique Pineda, Luis Pablo Martínez, Joan Castaño y Rafael Navarro, se consiguió armar un proyecto tremendamente sólido y atractivo que convenció unánimemente a los miembros del jurado presidido por el escritor español Juan Goytisolo reunidos en París.

Desde entonces el Misteri d'Elx goza de una mayor proyección nacional e internacional y, lo que es más importante, de una extraordinaria protección en todos sus niveles, algo esencial como hemos podido ver a la luz de los problemas derivados de la crisis económica que ha sufrido el país. La Festa se convertía en la primera obra de arte española no tangible que obtenía tal reconocimiento.

Cabe recordar que la gran familia del Misteri está formada por ilicitanos e ilicitanas que sacrifican buena parte de su tiempo libre para mantener vivo este drama asuncionista que todos los años cautiva a quienes lo contemplan. Desde los niños más pequeños que forman parte de la Escolanía, pasando por los cantores, los tramoyistas, los peluqueros, las sastresas, los porteros y azafatas, los electricistas, el mestre de Capella, el mestre de Ceremonías, etc, todos, cada uno en su cometido, son los verdaderos artífices de este reconocimiento.

En conclusión, todos los ilicitanos debemos sentirnos orgullos de vivir en una ciudad que alberga uno de los tesoros artísticos más valiosos que tiene la humanidad, como así lo reconoció la Unesco hace quince años. Fundamentalmente porque, además de premiar la singularidad y belleza de la obra teatral, se premia también el espíritu decidido de un pueblo, de todos los habitantes de la ciudad de Elche, que ha sido capaz de conservar con determinación, cariño y respeto, contra viento y marea, una representación del desaparecido teatro medieval año tras año sin apenas interrupción. Elche hizo posible el Misteri cuando todavía éramos una pequeña villa medieval y hoy el Misteri, en las primeras décadas del siglo XXI, hace grande a la ciudad de Elche. El esfuerzo de todos ha valido la pena.