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Marc Llorente

La que se avecina

El clan de las divorciadas

Aula de Cultura de Alicante

De Alil Vardar.

Dirección: Hazis Vardar.

Vale que una comedia lleve once años en París con la pretensión de ofrecer 90 minutos de carcajadas. La versión española de El clan de las divorciadas se ha podido ver en el Aula de Cultura de Alicante con una amplia cantidad de público dispuesto a reírse pero logrando la hazaña con serias dificultades y buena dosis de voluntarismo. La obra del autor belga Alil Vardar no llega a ser eso, ya que solo existe una sucesión de frases presuntamente cómicas. Los tres papeles femeninos, llenos de sal gorda, naufragan en medio de un atasco teatral que no conduce a ninguna parte. Uno de ellos interpretado por un varón para rematar la faena. Los tópicos, el ruido y el desbarajuste no funcionan, excepto en los casos de espectadores más complacientes o afines. El respetable está en su derecho y puede experimentar lo que le plazca ante la aristócrata venida a menos, la extranjera y la pueblerina. Respectivamente, Esperanza Elipe, Vanesa Romero y Andoni Ferreño. Este es el clan forjado en el piso de la primera, quien alquila dos habitaciones a los otros personajes. Un encuentro y un vínculo amistoso entre mujeres muy distintas que anhelan nuevas relaciones amorosas. Esa convivencia no despierta ningún interés. Al contrario. El gallinero se desmadra gratuitamente y todo es de plástico. Gobierna el vacío y en la charlatanería no falta el sexo opuesto. Entretener y divertir con cierto nivel de calidad es muy plausible. Otra cosa es esta representación. Eso sí, Andoni Ferreño tiene dotes de buen comediante. Él es el centro de atención con el casposo recurso de parodiar a una mujer, e intenta divertirse lanzando chistecitos, pese a la nadería total y a su infumable y rudo papel. En la misma onda, claro, anidan sus colegas. La alicantina Vanesa Romero es la sexy británica, y Esperanza Elipe, la jefa del hogar, ridículo hogar, tampoco se salva del despropósito. Nadie pone en duda los esfuerzos del trío. Pero los choques provocan urticaria y la credibilidad es igual a cero. Pasan los minutos sin gloria. La gracia visual cae en desgracia y campea el tosco desmadre dirigido, curiosamente, por Hazis Vardar, hermano del afortunado comediógrafo.

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