No es posible que los nuevos partidos, que son más viejos que Matusalén, nos estén dictando los artículos con tanta facilidad. No es que haya tontos en los partidos, que los hay, es que las ocurrencias recientes solo pueden ser atribuibles a un sistema educativo que hace que hasta los más «ingeniosos» lleguen a profesores universitarios, o a políticos.

Nunca debió de morir el gran Berlanga. En cierto modo no ha muerto. Todos y cada uno de sus discípulos nuevos son esta nueva forma de entender la política, y la vida. Porque cuando los políticos te enchufan esa adrenalina de «sensatez», solo te queda volver al cine. Que es más real que la propia ficción.

La muchacha Anna Gabriel de la tribu CUP dijo lo siguiente: «Si pudiera formar parte de un grupo que decide tener hijos en común y en colectivo, me satisfaría la idea. La idea es que tú eduques en la tribu. De esta forma hay sentimiento de pertenencia. Son hijos e hijas que has tenido y parido tú con los demás».

¡Oiga!, y usted perdiendo el tiempo fuera de la tribu. Con lo bonito que es el fornicio colectivo, el amamantamiento colectivo y las lagañas colectivas. Está claro que por fin han llegado las nuevas ideas, que son tan viejas como la existencia. Todos los que hemos sido educados, mejor o peor, con una familia clásica somos unos «amargaos». Y yo sin darme cuenta, y con estos pelos. Hace tiempo que esta caterva de iluminaos ha estado solicitando el voto. Y han conseguido representación. Estaba claro. Cuando tú dibujas un escenario donde la educación deja de ser el valor de la meritocracia y te subes al colectivismo primario, acabas en la tribu.

Porque lo que estamos viendo con la concertada en esta tierra tiene que ver también con que nos gobiernan desde las tribus. Porque no está juego la titularidad de un colegio, está en juego la libertad. Porque desde la tribu, o dentro de ella, tú solamente eres una pieza que encaja en el puzle de su formato de sociedad. No está en cuestión la necesidad de colegios concertados, está en juego que no puede haber colegios al margen de la tribu. De lo que decida la colectividad. Se trata de que los padres nada tengan que decidir, porque para eso está la tribu, o la Comunidad Autónoma, que te dice a qué colegio y cómo ha de ser educado tu hijo.

No importa si tu modelo de sociedad o familia es distinto, porque solo es distinto para las distinciones que ellos hacen. Es decir, la tribu es un concepto arcaico que unifica el pensamiento. Pero, ¿no se supone que estos venían para luchar contra el pensamiento único? Pues, no. El pensamiento de la colectividad es más potente que la libertad de cada uno.

Por eso es tan importante cómo y a quién se vota. Porque se corre el riesgo de perder nuestra libertad trufada en un sistema tribal muy poco real y muy folclórico. Si de verdad alguien quiere una estructura societaria donde una asamblea tribal coja las riendas de nuestra comunidad, que se vaya a la selva. O que entierra la Ilustración Francesa. Porque semejantes experimentos, que bordean, cuando no pisan, el totalitarismo, son ejemplos de cómo de mal está esto.

No tiene cura alguien que piensa que los que intentamos levantarnos cada día y vivir lo mejor que podemos con nuestras familias somos unos atrasados. Que lo verdaderamente vanguardista es volver al chamizo de la colectividad. Y por eso, ya no solo lo piensan, sino que lo dicen.

Todo es mejorable. Pero esta sarta de estupideces y sinsentidos solo tiene una raíz: la falta de cultura mundial. Y esa desfachatez solo nos lleva a la propia anarquía. Allí donde quieren llegar los mismos que no quieren que ejerzamos nuestras libertades. Es el momento de alzarse ante tantas tonterías con argumentos. Porque para ridiculizarlos ya están ellos solitos. Pensé que ya lo había escuchado todo. Pero la vuelta a la tribu, me ha pillado sin el taparrabos. Buen negocio sería montar una fábrica de taparrabos antes de que nos lo corten para ganar en asexualidad su sociedad «igualitaria». ¿Quién da más?