La llegada del pequeño Osman Ahmed junto a su familia hasta España para ser atendido por los médicos de la Fe en Valencia y ser finalmente acogido en Elche ha sido un pequeño triunfo de los voluntarios de una modesta ONG como es Bomberos en Acción. Ellos son quienes han trabajado para sensibilizar a la opinión pública, presionando así al Gobierno español para acelerar los trámites de asilo y el rápido traslado a nuestro país del niño acompañado de su familia.

Sin embargo, a pesar de la llegada de los cinco miembros de la familia de Osman, tenemos que seguir insistiendo en que el Ejecutivo de Rajoy es uno de los gobiernos europeos que menos refugiados ha acogido en toda Europa con arreglo a los compromisos asumidos ante el Consejo europeo a lo largo del pasado año. Hasta la fecha, tan solo se han recibido 23 de los 17.680 refugiados que España debería acoger a lo largo de los años 2015 y 2016, una auténtica vergüenza moral. Y también tenemos que insistir un día tras otro en que cada día mueren ahogados en aguas del Mediterráneo decenas de familias y niños que intentan llegar a Europa tratando de escapar de los horrores de la guerra y de conflictos salvajes que en muchos casos los gobiernos occidentales han alimentado. Y con la misma firmeza, tenemos que seguir denunciando las condiciones inhumanas en las que se mantiene a decenas de miles de refugiados en Grecia, en recintos que lejos de ser campos de acogida son lugares de retención crueles, que además de violar el derecho internacional representan una de las páginas más vergonzosas de la moderna Europa. Y con todas nuestras fuerzas, debemos recordar una y otra vez que según la Oficina Europea de Policía (Europol), durante el pasado año habrían desaparecido al llegar a Europa al menos 10.000 niños refugiados a los que se habría perdido el rastro y que podrían haber caído en manos de organizaciones criminales y de tráfico de personas.

Son tantas cosas las que tenemos que recordar una y otra vez a estos gobernantes tan olvidadizos y tan dados a convertir el sufrimiento de los refugiados en pura calderilla demagógica que no sabemos por dónde empezar. Pero por muy contentos que estemos tras haber conseguido acoger a Osman y a su familia, esta historia es una microscópica gota en el océano de la indignidad moral y política de nuestros gobernantes europeos hacia esos cientos de miles de personas a los que llamamos refugiados.

Tenemos una especial sensibilidad hacia los niños por su indefensión y vulnerabilidad extrema, por lo que con frecuencia, la sociedad, los medios de comunicación y los dirigentes políticos personifican en ellos actuaciones e intervenciones de un gran impacto mediático. Así sucedió con la muerte de Aylan Kurdi en las costas turcas de Bodrum cuando trataba de llegar a Europa junto a su familia huyendo de la guerra en Siria. Y de nuevo sucede ahora con Osman y su llegada a España. A propósito, tanto este niño como su familia no proceden de Siria, sino de Afganistán, donde desde hace años también se libra otra guerra silenciada que ha convertido a la población civil en objetivo de los contendientes. Bueno es por ello que comprendamos que el derecho al asilo que ahora Europa niega no se limita a la población siria.

Ahora bien, si de verdad preocupan los niños y su sufrimiento, es conveniente que leamos el magnífico informe que Save the Children acaba de publicar con el título «Infancia bajo asedio. Vivir y morir en las zonas asediadas de Siria». El trabajo, auténticamente estremecedor, ha sido realizado mediante entrevistas y grupos focales con personas que viven y trabajan en las zonas más castigadas del país, recogiendo testimonios desgarradores de cómo un cuarto de millón de niños y niñas viven bajo un brutal asedio, siendo convertidos en arma de guerra por los contendientes al impedir que alimentos, medicinas, combustibles y otros bienes esenciales lleguen hasta ellos. El informe recoge testimonios desgarradores sobre niños que fallecen diariamente por falta de medicinas, agua y alimentos, llevando a miles de ellos al borde de la muerte, alimentados por las hojas secas de los árboles que cogen y posteriormente hierven. Finalmente, el estudio ofrece un buen número de recomendaciones y propuestas dirigidas a las partes en conflicto, al Consejo de Seguridad de la ONU, al Grupo Internacional de Apoyo a Siria y a los donantes para que garanticen con urgencia la asistencia humanitaria, detengan los ataques contra la población civil, creen corredores humanitarios y eviten que los niños y las personas vulnerables sigan siendo víctimas fáciles de una guerra interminable.

Pero todo esto servirá de poco si de una vez por todas no acabamos con el conflicto armado en Siria y no somos capaces de maldecir las guerras y renegar de la inhumanidad de quienes las promueven.

@carlosgomezgil