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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Esos destellos de dialéctica

El 15M concitó el hastío y malestar de la plebe y de ahí que recogiera simpatía de todos los colores. Un lustro después, la mayor visibilidad con diferencia de aquel impulso acampado en la Puerta del Sol reside tan cerca y tan lejos de allí, investido en unas decenas de escaños que conviven con los frescos de la Cámara Baja. Su pastor y el cogollito de oficiantes se ha esfumado de la calle y se ha quedado mediopensionista en un rosario de platós, por lo que el abuso ha conseguido transformar su dialéctica en algo viejuna precipitadamente. Pablo Iglesias se ha hecho carne en todas las posturas y se ha dejado ver frente o junto a cualquiera. Deben faltarle muy pocos para completar el álbum. Uno debía ser éste con el que me pasan el vídeo de la sentada que realizó hace poco en el hall del castizo cine Doré. Su interlocutar deja la tarjeta de visita: «En este periodo, donde cada vez hay más gente hablando, tengo dudas de que haya más gente escuchando». Pero es con el siguiente ¡zasca! con el que al mesías de Podemos no le queda más que esconder la mirada a pesar de haber investido de cordial el encuentro como suele hacer con la mayoría de los pasajes bíblicos que protagoniza. Tras sus desprecios al desempeño de la transición, el acompañante enmarca la procedencia de ambos en la misma época y espeta: «Cuidado con criticar lo anterior antes de que nosotros hagamos no ya algo grande, sino digno de mención. Basta de criticar lo que hicieron nuestros padres hasta que no hagamos algo por lo menos criticable por nuestros hijos». Enseguida habrán percibido que quien replica al que quiere convertirse en gallito de la izquierdona no es ninguno de los dirigentes visibles de la competencia, puesto que la inmensa mayoría absoluta son papagayos, entre los que sobresale Susana Díaz dado que su plumaje aún pesa un quintal. No, es alguien al que sus correligionarios tildan de falto de ambición, y es posible que así sea, pero que se come con patatas fritas al ínclito y no es otro que Eduardo Madina. En fin, lo que le faltaba al guapo.

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