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Crónicas precarias

Anna Gabriel no es el rey de los Goblins

Antes de abordar cualquier otra cuestión, considero necesario aclarar que la diputada de la CUP, Anna Gabriel, no es el rey de los goblins. Repito: no es el rey de los goblins. Lo digo porque viendo el ataque de histeria que han provocado sus declaraciones sobre criar a los hijos en colectivo, parece que alguno cree que va a venir a raptar a su bebé como el personaje de David Bowie en Dentro del Laberinto.

Pues no, siento romper la magia, pero Gabriel no tiene ningún interés especial en llevarse al hijo de nadie y enseñarle a ser anticapitalista. De hecho, lo único que dijo es que ve «muy pobre» el modelo de familia nuclear y que preferiría educar «en colectivo». Y ale, todos escandalizados, venga a pedir nuestras sales y nuestra cajita de rapé antes de desmayarnos sobre el diván.

En última instancia, lo que ha hecho es plantear otra forma de construcción de la sociedad. Ya lo sé, drama total, vivimos en el mejor de los mundos posibles y como alguien ha sugerido lo contrario vais a tiraros un mes sin dormir del disgusto. Os veo pasando el verano en algún balneario de aguas termales en el que puedan calmar vuestros nervios.

La verdad es que os horrorizáis por vicio. Para empezar, porque ella estaba hablando de sus hipotéticos hijos, no de los vuestros. De lo que le gustaría a ella si fuera madre. Lo que hagáis vosotros le da igual, como si los apuntáis a clases de ukelele. Pero claro, no podíamos dejar escapar una oportunidad, por pequeña que fuera, de juzgar la forma en que una mujer desea enfocar su maternidad. Ya lo sabéis, madres del mundo, hagáis lo que hagáis va a estar mal y siempre vendrá un sabio a explicároslo. Es imposible ganar.

Pero además, aunque se la haya tachado de excéntrica y ridícula, proponer criar a los hijos en comunidad no es una boludez que se le ocurrió a ella de repente porque ese día estaba inspirada, sino que se entronca en una corriente feminista de reflexión sobre los cuidados mucho más compleja que cualquier titular morboso.

La sociedad avanza gracias a los debates sobre sus propios mecanismos y estructuras. Y precisamente cuantos más aspavientos y grititos indignados provoca un asunto, más interesante debería ser poder conversar sobre él sin remilgos.

Nos quejamos de que a los niños los cría la tele, de que los horarios laborales impiden a los padres pasar tiempo con ellos, de que hay muchísimas mujeres desbordadas porque recae continuamente en ellas el rol de cuidadora?pero si alguien comenta una posible alternativa que considera más atractiva, hay que rasgarse las vestiduras. Pues nada, todos a sufrir en silencio bien desquiciados y estrechitos de miras.

No sé si nos hemos vuelto muy mojigatos, muy cobardes o muy vagos intelectualmente, pero qué suerte tenemos de que los policías de la moral estén siempre dispuestos a recordarnos cómo y a quién podemos querer y de qué manera debemos cuidarnos unos a otros para no ser considerados unos lunáticos desnortados. Familia será lo que unos señores solemnes nos digan, sin importar nuestros deseos o necesidades. Y a callar, que cuestionar nuestras propias creencias es muy cansado y alguien tiene que poner la lavadora.

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