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Jorge Fauró

El dedo caliente de Echávarri

El gobierno de Alicante, y en concreto su alcalde, Gabriel Echávarri, ha llevado a niveles de comedieta de corrala su compromiso con la transparencia -entiéndase la ironía-, hasta el punto de cuestionar en las redes sociales y a la vista de cualquier usuario de Twitter las diferencias que le separan de sus socios del tripartito, en este caso de Compromís. Desautorizado por su propia secretaria autonómica de Comercio, también del PSOE, en lo relativo a la apertura en domingos y festivos, al alcalde se le calentó ayer el dedo y dedicó parte de la sobremesa a cuestionar a sus socios en un tono sorprendente por su dureza, lejos de los principios elementales de la diplomacia que se presupone en un gobierno a tres, y más propio de un tuitero dedicado a trolear al oponente que del alcalde de una de las principales capitales de España. «Ya se os conoce», «(...) os invito a dejar el Gobierno», «(...) no mientas», son sólo algunas de las frases que Echávarri dedicó a la coalición nacionalista y a su portavoz municipal, Natxo Bellido, a través de esa red social, en una concatenación de mensajes impropia de un primer edil, por inusual y por el cargo y la representación que ocupa. El enfado de Echávarri por el revés sufrido en el asunto de la libertad de horarios es comprensible desde un punto de vista político. No hay que olvidar que él mismo es el titular de la Concejalía de Comercio y que el cierre comercial de Maisonnave fue una promesa electoral. Pero su ofuscación como alcalde no admite espectáculos reservados al griterío habitual de las redes. La ciudadanía de Alicante no dio su voto a un tuitero, sino a un candidato del Partido Socialista. La sociedad espera que frases como «me ratifico en que si pensáis que he engañado a la gente, devolváis las competencias» se defiendan en los despachos y no delante de la grada, porque lejos de movilizar al simpatizante socialista debilitan a quien las suscribe, entre otras razones, porque si Compromís devuelve las competencias, Echávarri se marcha a su casa. Las fisuras en el tripartito han pasado de la política a la psicología, a la conducta impulsiva y a los pensamientos automáticos: lo que pienso lo suelto. Y en estas manos estamos.

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