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La luz al final del camino

Las cosas oficiales se eternizan tanto -como escribía hace unos días- que cuando algo se resuelve, sorprende, y más cuando ocurre con celeridad, como en el tema que nos ocupa. El 29 de marzo el pleno pide por unanimidad (¡importante!) que el Consell asuma lo que es suyo y el 11 de mayo ya se trabaja para concretarlo, porque se ha aceptado. Así, sin más. La lista de asuntos que estarían en el lado opuesto sería interminable; hasta el Palacio de Justicia, que no se acaba de oficializar, por mucho que las campanas hayan repicado. En este caso, me alegro especialmente por Don Cirilo, de cuya desaparición se cumplió el vigésimo aniversario hace unos meses. Él habría querido un complejo deportivo, como se acordó en su día para la zona, pero estoy seguro que el uso social, sanitario y médico para personas enfermas le habría llenado de satisfacción, con el mismo gozo con que hablaba de los miles de niños tuberculosos que habían sido atendidos en «su» Preventorio del alma.

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