Hace ya 5 años que nació el movimiento 15M. Un observador curioso de la política y los movimientos sociales se acercaba entonces a las plazas, desde Alicante a Madrid, para indagar e incluso participar de este novedoso movimiento asambleario que le recordaba el mayo del 68 francés, elogiado por el progresismo político. El observador se mostraba de acuerdo y conforme con muchas de las propuestas que acuciaban socialmente las necesidades más básicas de la gente, muchas de ellas recogidas después por los partidos del espectro de la izquierda, no sólo, por cierto, por la actual formación del círculo. Sin embargo, disgustaba al espectador la consigna del «no nos representan» coreada como insignia del movimiento, a lo que se acompañaba con el vítor de «todos son iguales». El observador tampoco entendía porque diferencias en la representación política en el parlamento, sede de la soberanía nacional, siempre ha existido entre izquierda y derecha desde la Asamblea Nacional, convertida en constituyente en Francia desde 1789. Sin embargo, los indignados criticaban la democracia representativa a la manera que los «enragés» de la Revolución censuraban la asamblea.

Muchos de los indignados de las plazas se integraron tiempo después en las mareas, que defendían en las calles el Estado de Bienestar Social construido en España con el esfuerzo de todos los españoles, y fundamentalmente bajo los gobiernos socialistas de Felipe González, dados los primeros tímidos pasos por la UCD de Suárez. Se cumplen este año 30 años de la Ley General de Sanidad impulsada por a Ernest Lluch y a Pedro Sabando, que trajo la sanidad pública, gratuita y universal para todos los españoles y que por cierto dejó de ser universal, por cuanto se dejaba de prestar cobertura total a los inmigrantes desde el decreto de 2012 de la Administración Rajoy. Desmontamos sólo con este puntual dato la voz de que todos son iguales.

Volviendo al movimiento indignado, pudimos comprobar cómo de las mareas y sus confluencias pasaron a la formación de un partido, a las papeletas y a las urnas. Podemos se aprestaba a entrar en la política, sin diferenciar izquierda y derechas, y Ciudadanos se aprestaba a lo mismo, defendiendo la regeneración desde el ámbito del centro-derecha. Sin embargo, constituida esta corta legislatura hemos podido observar dónde se sitúa cada cual de los que anunciaban la «nueva política».

Tras los cuatro meses transcurridos desde las elecciones, las líneas rojas y las peticiones que han esgrimido desde la formación morada, en nada tenían que ver con el originario 15M, ni siquiera con las mareas, y me refiero al Ministerio de Defensa, el del Interior, el CNI, la Guardia Civil y hasta Radio Televisión Española, exigidos al único candidato que en cumplimiento con la Constitución aceptaba la propuesta de investidura del Rey y peleaba por formar Gobierno, el socialista Pedro Sánchez. El no de Iglesias a un posible Gobierno de progreso transformó el voto de la indignación social en un movimiento de antipolítica desde dentro de la política, por cuanto forzó la convocatoria de nuevas elecciones con el «no» a un acuerdo de gobierno transversal. Sin embargo, Pablo, Pablito, Pablete, que diría el gran José María García en la radio, se vuelve a aprestar como gran mesías y salvador de la patria, autoproclamándose ya presidente del Gobierno y ofreciendo la vicepresidencia a Sánchez. Todo esto se produce obviando los datos del CIS, y sin que todavía siquiera los ciudadanos hayan sido convocados a las urnas. Atentos.