Pedro Sánchez o es muy ingenuo o anda cortito de luces. Pese a su planta de galán, creo que la naturaleza le dotó con un físico muy atractivo, pero con escasas o limitadas luces para ser el timonel de un partido de la grandeza del PSOE que, por su escasa preparación, ha alcanzado los peores resultados de su historia y que en junio batirá su propio récord negativo.

Y esto, ni más ni menos, es lo que andan como obsesos buscando sus barones regionales, sobre todo la intrépida Susana Díaz, que sabe mejor que nadie del triste resultado que le espera a Sánchez y ya anda barruntando el futuro de ambos. Lo triste es que Pedro Sánchez no vea con la claridad que yo, un humilde ciudadano, cómo le están haciendo la cama.

Carme Chacón renuncia a presentarse en la candidatura socialista por Barcelona. Susana Díaz, y otros barones del PSOE, insisten en colocar a Madina de número cuatro en la lista madrileña, y Pedro Sánchez le mantiene como séptimo cuando sabe que van a ser barridos, especialmente en Madrid, como consecuencia del pacto de Podemos e IU. Son los primeros movimientos públicos que abren la crónica anunciada sobre el desahucio de Sánchez como secretario general del PSOE. Ni la una ni el otro dicen una palabra, Chacón incluso alega razones políticas que calla. Es evidente que, aparentemente, no quieren empeorar las malas perspectivas electorales de Ferraz.

Todos conocen la fecha del desahucio de Sánchez. La noche del 26 de junio. En cuanto se sepan los resultados electorales volverá a repetirse aquella dimisión, que tuvo como protagonista a Almunia, con la que se inició el siglo XXI. Tanto que el propio pre-desahuciado señala a todos quienes buscan sacarle de Ferraz como responsables de la mayor herida electoral que sufre el socialismo. El paso atrás de Chacón como el silencio de Madina responden a esa silla que estará vacante el 27 de junio. Si las camisas viejas no han desahuciado ya a Sánchez, se debe a la inminente campaña electoral que desaconseja cambiar de caballo cuando se cruza el torrente de las urnas, aunque más de uno piense que es peor el remedio de la aparente unidad que la enfermedad de la desunión.

Yo, y lo digo abiertamente, no deseaba un acuerdo del PSOE con Podemos. Pero mis motivos eran simplemente la de un pequeño empresario que no cree en los férreos controles de una izquierda trasnochada. Estoy convencido, también, que la ambición personal y desmedida de Pedro Sánchez se vio frenada y frustrada por otros motivos que solo son perceptibles en su propio partido y que no buscan más que sepultarlo políticamente en vida.

La vieja guardia impidió que Sánchez pudiera entrar en la Moncloa con Garzón e Iglesias, le impuso la amistad peligrosa con Rivera y, como ya dije, lo lanzó al ruedo sin argumentos sólidos para vencer al fiero miura. Ahora le pasan factura por su fracaso. En consecuencia, va a ser acusado de una doble derrota electoral y de una grave derrota política. Protagonizó el pasado 20 de diciembre el mayor hundimiento de la historia del PSOE, sólo superado por el que previsiblemente sucederá el 26 de junio, a la vez que encerró al PSOE en ese callejón sin salida que fue el ridículo gran centro con Ciudadanos que solo deseábamos los empresarios. Hoy todos los que le apoyaron en esa farsa, tanto compañeros socialistas como periodistas, le echan el muerto sobre su espalda. Tras ser reina por un día, lo han convertido en el payaso que recibe todas las bofetadas.

Las fuerzas progresistas han aprendido la lección. Será desde la unidad de Podemos e IU que socialistas como Sánchez, pero con más carácter, podrán conseguir que el PSOE se atreva a recuperar sus señas de identidad. Mientras el fantasma del sorpasso no sea una realidad, los socialistas que hoy se alinean con Sánchez, como se alinearon ayer con Zapatero, se verán con las manos y los pies atados y bien atados por el caudillismo de Felipe González. Cuando observen que ya no son la fuerza hegemónica progresista, quizás comprendan la necesidad urgente de sumarse a la unidad popular. Esa urgencia la pueden sentir a finales de junio, si el PP y Ciudadanos no suman mayoría absoluta.

Salvo Susana Díaz, que ya gobierna con la derecha de Rivera -que el PSOE vuelve a reconocer como partido de derechas-, ninguno de los jóvenes líderes socialistas tiene una posición estratégica definida. Desde luego, no la tienen ni Chacón ni Madina, que son dos de los mejores exponentes de la renovación generacional del PSOE. Por ello, es esencial para la vieja guardia el controlar quién va a suceder a Sánchez. Interrogante que cobrará toda su actualidad, cuando Garzón e Iglesias tiendan la mano al PSOE para gobernar desde la Moncloa o encabezar la oposición a Rajoy-Rivera, una vez que se cierren las urnas del 26 de junio.

¿Será Susana? Apuesten.