Pertenecía Pedro López Mayor -fallecido el pasado viernes en Villajoyosa a la edad de 96 años- a esa estirpe de empresarios que basan su éxito en el esfuerzo personal y en la empatía con los demás, pero sobre todo en un profundo sentido ético de las relaciones comerciales y en la creencia de que los trabajadores de una empresa son siempre el elemento más importante.

Cuando me encontraba con don Pedro -como así le llamaban- en los pasillos o en los despachos de la fábrica de Chocolates Valor durante los más de diez años en los que estuve vinculado con esta empresa, solía saludarme con un «¡Com va Fernando!», que se escuchaba a treinta metros de distancia gracias a aquella vitalidad suya que le hacía acudir puntualmente a la fábrica todos los días, a pesar de su edad, y a una personalidad educada y respetuosa que evidenciaba con cualquiera de los trabajadores con que se encontraba y a los que conocía, sin excepción, por su nombre.

Después de la Guerra Civil Pedro López Mayor comenzó el desarrollo de lo que hasta entonces había sido poco más que un pequeño taller de elaboración artesanal de chocolate iniciada en 1881 por su abuelo, Valeriano López, para transformarlo en la empresa puntera que es hoy día. Pasó por momentos difíciles que le obligaron incluso a empeñar los muebles de su casa en una época en la que Villajoyosa contaba con más de una decena de empresas chocolateras. En compañía de su hermano y de su primo sentó los pilares de Chocolates Valor en dos principios que por aquel entonces se consideraron revolucionarios. Por un lado, tras una época de racionamiento y de generalización de productos sucedáneos de mala calidad, apostó por la incorporación del concepto de calidad al chocolate, elaborando una tableta con un alto contenido de cacao al que llamó chocolate puro al que añadió un envoltorio alejado de los habituales papeles de estraza o similares con que se envolvían las tabletas de chocolate de la posguerra española. Años en los que junto al recordado Antonio Galiana, en funciones de gerente, Chocolates Valor se expandió por toda España. Y por otro lado, otro de los principios básicos que don Pedro incorporó al ADN empresarial de la empresa vilera más importante fue una relación con los trabajadores basada en la cordialidad, el respeto mutuo y en el cumplimiento de la legislación laboral -mejorándola en lo posible-. Recuerdo que en una ocasión, cuando don Pedro contaba más de 80 años observó a una trabajadora de la chocolatería de Villajoyosa levantar con dificultad una pesada persiana de un almacén cercano a la tienda. Al día siguiente se instaló un motor que permitía subirla con un mando a distancia. Sólo él, de todos los directivos con que contaba la empresa, se dio cuenta de la dificultad de levantar aquella persiana metálica gracias a su interés por los grandes y pequeños detalles que sin duda mantuvo hasta el final. Así era don Pedro.

Resulta incomprensible que, en la actualidad, en los foros empresariales se continúe discutiendo sobre la necesidad de centrar los principales esfuerzos de cualquier empresa en formar al personal lo máximo posible y en la importancia de unas condiciones laborales y salariales dignas como medio para conseguir trabajadores motivados. Pedro López Mayor comenzó a aplicarlo en su empresa hace 60 años.

Suya fue la idea de abrir chocolaterías en las principales ciudades de España, primero en propiedad y más tarde como franquicias, consiguiendo implantar en las capitales de provincia un lineal de productos con el nivel de calidad de Chocolates Valor. El éxito de las tiendas Valor se debió, una vez más, al buen hacer de Pedro López Mayor, a su incansable voluntad de conocer a los consumidores visitando poblaciones de toda España y a su capacidad de hacer realidad los sueños. Estas franquicias han sido uno de los elementos fundamentales de Chocolates Valor para conseguir que su marca sea conocida en toda España.

En las reuniones a las que seguía asistiendo a pesar de su avanzada edad escuchaba con atención todo lo que se hablaba. Después tomaba la palabra para decir algún comentario breve pero lleno de sentido común fruto de su experiencia vital y empresarial alejado de todas esas frases hechas que abundan en la gerencia empresarial actual del tipo «menos es más». Es de desear que las nuevas generaciones de la familia propietaria de esta empresa chocolatera con funciones de dirección no olviden la importancia que don Pedro otorgó siempre a las personas, a los pequeños detalles y a la buena educación en el trato con los trabajadores.

Cuando en el año 2007 abandoné Chocolates Valor harto de la inquina que me tenía cierto directivo contratado hacía pocos meses y de las trampas que me ponía, don Pedro vino a verme para despedirse de mí. No quise decirle el verdadero motivo por el que me iba. Me dio un abrazo y me pidió una tarjeta del despacho de abogados al que me incorporé días después.

Aquellos que conocimos a Pedro López Mayor le recordaremos por su bonhomía, su capacidad de trabajo, su voluntad de ayudar a los demás en todo lo posible y por su deseo firme de legar una empresa moderna con la mirada puesta en la tradición y en la herencia recibida de los que se habían esforzado por crear de la nada una de las mejores empresas de la Comunidad Valenciana. Pero además, yo también le recordaré por aquel «¡Com va!» con el que me saludaba cada vez que coincidíamos en las calles de Villajoyosa o en la fábrica de Chocolates Valor.