Nuestra pertenencia a la Unión Económica y Monetaria en Europa requiere de gobiernos estables y duraderos que sirvan para aplicar las directrices políticas comunes en el área económica redactas por el Consejo de Asuntos Económicos y Financieros (Ecofin) y la Comisión Europea, evitando así incurrir en sanciones económicas por déficits presupuestarios excesivos. Pero no solo por eso, la necesidad de coordinar las políticas monetarias que aplica el Banco Central Europeo con las políticas fiscales de los gobiernos nacionales hace necesario introducir reformas estructurales en el mercado laboral, las más de las veces incomprendidas por gran parte de la ciudadanía pero aprovechadas demagógicamente por los populismos de izquierda y derecha.

La posibilidad de que en España se pueda formar un gobierno apoyado por alguna de estas fuerzas populistas conllevaría desobedecer las directivas y a tratar de renegociar nuevos acuerdos, paralizando sine die su aplicación y el desarrollo de las reformas. Si tenemos en cuenta nuestro nivel actual de endeudamiento, la dependencia financiera del ahorro ajeno, y la inercia de todas las administraciones públicas en incrementar continuamente las políticas de gasto y del déficit, esa parálisis abocaría al default del país y a la intervención de las autoridades europeas. Eso, o a tener que optar por el abandono de la UE. Las consecuencias si esto último se produjera serán el aislamiento internacional, una economía menos competitiva y un aumento considerable de los tipos de interés sobre la deuda, resumiendo, un aumento del paro, de la pobreza, de las desigualdades sociales y del fin de nuestro actual Estado de Bienestar.

Las últimas elecciones generales del 20-D configuraron en el panorama político español un sistema de partidos pluripartidistas, rompiendo así la inercia mantenida durante décadas del bipartidismo representado por el PP y el PSOE. Este pluripartidismo ha acrecentado el protagonismo en el parlamento con vistas a la formación y sostén del Gobierno, y con ello la probabilidad de que este surja de algunas coaliciones. Después de cuatro meses esto no ha sido posible a pesar de ser la opción preferida por una ciudadanía, mucho más responsable que la mayoría de los líderes políticos.

Poco podía hacer el Partido Popular, primer partido en escaños, para llegar a acuerdos con otras fuerzas. La negativa de todos los grupos a coaligarse con alguien a quien consideraban nido de toda clase de corruptelas le obligaron a estar arrinconado en la esquina de la reflexión y a esperar tiempos mejores. El segundo partido, el PSOE, verdadero responsable del posible fracaso de esta corta legislatura y sin duda el que tenía la llave de la gobernabilidad, contaba con dos opciones para evitar nueva cita electoral. A derecha, facilitando con su abstención en la investidura un gobierno formado por el PP y C´s a cambio de una alternancia en el gobierno y sobre acuerdos programáticos para la aprobación de las reformas económicas y políticas que España necesita. A la izquierda, con una coalición de gobierno con Podemos, IU y los nacionalistas, permitiendo así la posibilidad de que el país diera rienda suelta a su espíritu más republicano.

No eligió ni una ni otra, lo que demuestra falta de fe en su propio proyecto, poco sentido de Estado, y nula voluntad de consensuar políticas más allá de su propio ombligo centrista. Cobardía política, al fin y al cabo.

Ni Ciudadanos ni Podemos ni el Partido Popular pueden ser acusados de impedir la gobernabilidad. El primero, por ser irrelevante en la formación de cualquiera de las alternativas; el segundo, porque no podía perder la coherencia de su discurso rupturista y transformador, arma que le han permitido ser la voz de los indignados del sistema ocupando un nuevo espacio político; y el tercero, porque ante la intransigencia y el sectarismo demostrado por el PSOE, solo le quedaba la opción de buscar una segunda oportunidad con otras elecciones.

Es muy probable que, ante una nueva contienda electoral, el PSOE sea castigado en las urnas por esa falta de responsabilidad y de valentía política. Hace tiempo que dejó de ser lo que fue en su día, un partido que modernizó y transformó la España postfranquista, ganándose con ello la admiración y el reconocimiento de toda una generación de españoles. Atentos, pues, a la polarización derecha-izquierda (PP y C´s - Podemos e IU) con sorpasso al PSOE.