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Cerrojos antisistema

Las elecciones de junio completarán seis meses y pico sin gobierno. No es una tragedia el que los partidos hayan preferido escenificar un sainete. La tragedia empezará a despuntar si las urnas bis reiteran la dispersión y, con ella, la imposibilidad de un acuerdo de mayoría. Las últimas encuestas dan mayor abstención y ciertos desplazamientos del voto, sin augurar un escenario diferente. Si nadie baja de la burra, el shock de incertidumbre paralizará las máquinas de la nación. Quedará a la vista la incapacidad de unos, la liviandad de otros y la hipocresía de todas las invocaciones al cambio. Se hará evidente la mediocridad personalista de los líderes que anteponen su ambición a la generosidad de los verdaderos hombres de Estado. Éticamente, también esto es corrupción.

En el plano sociológico, no militante, los partidos están en su más baja cota de prestigio y confianza. En lugar de aportar soluciones, son el problema. A pesar de ellos mismos, la democracia representativa sigue necesitándolos y es de esperar que no la degraden con cerrojos antisistema, sean de derecha, de centro o de izquierda. Las primeras tomas de postura en el punto de arranque de la nueva convocatoria electoral no son esperanzadoras. Todos siguen interpretando pro domo sua la voluntad del electorado, pero sus adivinanzas se contradicen y/o excluyen. La única lectura no interesada es el rechazo de una mayoría absoluta tras el desastre de la sufrida, y el deseo de un pacto para gobernar que es, exactamente, lo que la mediocridad de los líderes no gestiona eficientemente.

Europa está en crisis y el sistema representativo también, como anuncian los totalitarios emergentes en países de clara tradición democrática. Aquí, el bloque de centroizquierda sigue exigiendo la renuncia de Rajoy como condición para hablar de grandes coaliciones, pero Rajoy sigue encastrado, inamovible. La izquierda populista y la radical no resignan claramente sus compromisos con las tendencias separatistas, obstáculo insuperable por quienes, en esto al menos, sintonizan con la inmensa mayoría social. Unos y otros arrancan desde el punto exacto que ha provocado la disolución de las Cortes. ¿Y qué nos han dejado en cuatro meses de idas y venidas? Gasto público perfectamente inútil y shows mediáticos de valor cero. El primero y mejor cambio sería acabar con los cerrojos partitocráticos, pero los pseudolíderes ni se lo plantean. No son de fiar.

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