No hay más remedio que dedicar mi colaboración titulándola con la pregunta que está en la calle, que corre de boca en boca, de tertulia en tertulia, de unos medios de comunicación a otros y hasta en los almuerzos familiares. ¿Y ahora qué? ¿Qué hacemos ante la nueva plaga de elecciones? ¿Qué hacemos para soportar de nuevo todas las palabras estudiadas por las distintas candidaturas y sus partidos? ¿Qué hacemos para soportar páginas enteras, programas de radio y TV? Discursos de unos y otros que nos presentarán de nuevo sus programas de gobierno, para luego, caso de no «mandar», mezclarlos en una coctelera, agitarlos y servirlos al mejor postor que se apunte a su degustación sin ni tan siquiera subírseles los colores. ¿Qué hacemos si los odios personales se anteponen a los intereses de los votos obtenidos? ¿Qué hacemos? Podría ser una pregunta con respuestas miles y de índole no deseable.

Desde mi punto de vista y ante el panorama que hemos presenciado estos meses y lo que vamos a presenciar hasta el 26 de junio, no hay más remedio que repasar mentalmente todo lo visto y oído y todo lo que veremos y oiremos. Mucha gente dice que va a salir lo mismo que salió en las pasadas elecciones. Yo, a riesgo de equivocarme, creo que alguna diferencia sustancial se va a producir. Ahora conocemos mucho mejor qué quiere cada uno, quiénes están dispuestos a realizar el programa y promesas que ya nos hicieron y que incluso sin llegar a formar gobiernos ya lo estaban incumpliendo. La búsqueda de socios era tremenda, era como una multinacional en peligro que necesitaba capital urgentemente y hasta se ofrecían o se pedían cargos directivos sin tener en cuenta el capital que habían obtenido hace unos meses. Eso sí, se ha recuperado una palabra que hacía tiempo prácticamente casi no se oía. El «veto». Pero además recitado su verbo en distintos tiempos: yo veto, tú vetas, él veta, nosotros vetamos, vosotros vetáis, ellos vetan.

¿Y qué hacemos? Pues pese a esas desilusionantes expectativas, no hay más remedio que en lugar de vetar ¡votar! Esta triste experiencia vivida estos meses creo habrá servido también a los líderes de todos los partidos para no caer de nuevo en ello, aun cuando se produjeran en el futuro casos similares. Y también los que tenemos que ponerlos a ellos ahí, tener bien abiertos todos nuestros sentidos para que la decisión sea para España, para nuestras comunidades, para nuestros pueblos, no sólo para unas siglas, no sólo para que sus líderes se vean con el bastón del mando.

A pesar de todo tenemos que ser optimistas. En nuestros líderes, en nuestros políticos en general hay que seguir creyendo pese a todo. Lo único es que nosotros sepamos elegir y ellos cumplir. Y sinceramente, dada la situación, creo que así será por ambas partes. El suspense está servido.