El referéndum programado para el 23 de junio sobre la permanencia o salida del Reino Unido de la UE (Brexit) puede tener implicaciones muy profundas sobre las economías europeas. En este tipo de referéndum, tan trascendental, suele ganar la opción asociada a mantener el statu quo vigente, pero los resultados están aparentemente tan abiertos como en el caso de Escocia: la opción de permanencia del Reino Unido en la UE es el escenario más probable, pero la contraria es factible y debe tenerse en cuenta.

A pesar de que el reciente acuerdo entre el primer ministro británico y la UE, alcanzado el pasado 19 de febrero, conllevaba un apoyo de Cameron en favor de la permanencia de Reino Unido en la UE, algunos miembros muy relevantes de su partido se han opuesto públicamente a esta posición oficial y han anunciado que apoyarán la campaña para dejar la UE. El caso más relevante, por su elevada popularidad, es el del alcalde de Londres y preocupa su influencia sobre el elevado número de indecisos, en unos resultados que se anticipan apretados: las encuestas otorgan sólo 10 p.p. de ventaja a favor de la permanencia en la UE.

Un Brexit es un escenario adverso con fuertes implicaciones económicas y financieras, pero extremadamente difíciles de estimar porque afectan a múltiples ámbitos -como mínimo, comercio, inversión, mercado laboral y confianza de los agentes-, industrias y regiones, tanto de Reino Unido como de la UE. Además, estas consecuencias dependerán, sustancialmente, de los términos de la salida, que pueden ser negociados a posteriori.

Los escenarios posibles en caso de un Brexit son muy variados, dependiendo de qué tipo de relación decidan mantener Reino Unido y la UE en el futuro. Por ejemplo, podría ser muy estrecha, como es el caso de Noruega o convertirse en una separación completa, con total repatriación de poderes y que sean criterios de la Organización Mundial del Comercio los que regulen las futuras relaciones comerciales con la UE. Entre estas opciones hay también múltiples posibilidades intermedias, que vendrían determinadas por negociaciones bilaterales específicas como, por ejemplo, es el caso de Suiza. Pero estas negociaciones ni serán rápidas ni fáciles. Por ejemplo, los principales acuerdos bilaterales de Suiza con la UE tardaron en cerrarse más de 5 años, no cubren los servicios financieros y Suiza tuvo que aceptar el principio europeo de libre movimiento de personas, que Reino Unido quiere bloquear.

Consenso en dos asuntos

Según las nuevas relaciones que se estableciesen después del Brexit, sobre todo en las áreas de comercio, regulación e inmigración, las estimaciones de los impactos potenciales son excepcionalmente diversas. Sólo parece haber consenso en dos cosas:

1.- Cuánto más estrechas sean estas relaciones futuras más limitados serán los efectos negativos y viceversa.

2.- Estos efectos no llegarán a ser claros hasta que no pasen varios años. Por tanto, lo único cierto de este escenario de estrés es la incertidumbre: es imposible hacer una estimación fiable de los costes económicos, incluso obviando las implicaciones políticas, como poner en cuestión nuevamente la propia integridad del Reino Unido (un Brexit puede conllevar otro referéndum de independencia en Escocia).

Los análisis de costes/beneficios son muy dispares, basados en diferentes hipótesis y con balances a horizontes temporales también muy diversos, pero podemos extraer algunas conclusiones de interés.

Lo más probable es que un Brexit sea negativo tanto para Reino Unido como para la UE. Los elevados costes de la ruptura de integración en los mercados de bienes y servicios hacen muy dudoso que las pérdidas potenciales de Reino Unido puedan suponer ganancias para el resto de la UE, en forma de sustitución de inversión, empleo, etc. Por tanto parece tratarse de un escenario en el que todos pierden, al menos a corto y medio plazo. Además, Reino Unido es un contribuidor neto al presupuesto de la UE y, por tanto, su salida supondría una pérdida de recursos que tendría que ser asumida por otros miembros de la UE, seguramente en gran parte por Alemania.

Debido a los diferentes tamaños relativos, es razonable pensar que el Reino Unido es mucho más sensible a este shock que el resto de la UE. Téngase en cuenta que Reino Unido pesa un 16% de la UE y exporta un 13% del PIB a la UE, frente a un 2,6% del PIB que suponen las exportaciones de la UE hacia Reino Unido. Los otros mayores perdedores, después de Reino Unido, serían Irlanda, Malta y Luxemburgo por sus fuertes relaciones con el sector financiero británico.

Efectos negativos

La mayoría de análisis confirman, el mío también, que dominan claramente los efectos negativos para la economía británica y que están asociados al impacto combinado de la ruptura de vínculos de comercio y de inversión (que puede verse reforzado por un aumento de la prima de riesgo). No obstante, el rango de las estimaciones es muy amplio. Además, en general, las hipótesis son conservadoras y omiten o incluyen impactos negativos modestos sobre algunas variables, como el mercado inmobiliario británico, la bolsa, el estatus de Londres como centro financiero global o la inversión directa. En este último caso, hay que tener en cuenta que buena parte de la inversión directa que recibe Reino Unido (un tercio del total de la UE) es atraída por ser un punto ventajoso de entrada hacia el mercado único y podría perderla. En el caso de la libra, si existe cierto consenso en que el impacto puede ser muy intenso, estimándose depreciaciones adicionales de entre 15% y 30% frente al dólar respecto a los niveles actuales (1,39 dólares por libra). Esta debilidad se explicaría por la reducción en la entrada de capitales, en un contexto de elevado déficit por cuenta corriente, y por una política monetaria que tendría que ser más expansiva con el fin de moderar los efectos potenciales negativos sobre el crecimiento.

Hay incluso análisis que consideran efectos positivos de un Brexit a medio y largo plazo. Esta visión optimista se justifica en la reducción de la regulación que supondría dejar la UE y en la desaparición del coste asociado de ser un país miembro: Reino Unido contribuye actualmente al presupuesto anual de la UE con unos 13.000 millones de libras, aunque suelen recibir más de 6.000 en fondos estructurales y agrícolas. La menor regulación y el aumento de recursos podrían ser aprovechados por Reino Unido de forma eficaz al ser una economía muy diferente del resto de la UE: divisa propia, políticas económicas independientes, un mercado laboral más flexible y con menor protección y una estructura económica también distinta.

En balance, el rango de estimaciones de los efectos de un Brexit sobre el PIB de Reino Unido oscila entre una pérdida permanente del 14% y una ganancia del 1%, a horizontes de largo plazo. No obstante, la mayoría de ellas se encuentran entre una pérdida del -2,5% y -0,5% del PIB, asumiendo que la ruptura no sea especialmente traumática. Por otra parte, un menor PIB significaría un deterioro en las variables fiscales y probablemente de la calificación crediticia: actualmente Reino Unido es AAA por S&P, AA+ por Fitch y Aa1 por Moody´s. Esto nos podría generar ciertas tensiones sobre la deuda pública británica.

En el caso del resto de la UE, las estimaciones del coste del Brexit son mucho más moderadas (inferiores al 0,5% del PIB, en media) y menos dependientes del tipo de relación que se establezca finalmente con el Reino Unido. No obstante, sería desigual por países; por ejemplo en el caso de Irlanda el costo podría ser más elevado (algo superior al 2,0% del PIB). En relación con la economía española, ésta también podría verse afectada negativamente, teniendo en cuenta las estrechas relaciones económicas entre ambos países. En todo caso, por su importancia, esto merecería un artículo exclusivo para ver de los pros y contras. Lo haremos próximamente.